En el año treinta y ocho del reinado de Azarías, rey de Judá, Zacarías hijo de Jeroboán ascendió al trono de Israel, y reinó en Samaría seis meses. (2º Reyes 15:8).

La lista de reyes de Israel es extensa, y muy rápida. Mientras Amasias reina en Judá, en Israel asciende al trono Jeroboán II, y reinó durante 42 años. Luego de la muerte de Amasias, reina Azarías. Quedará en el poder durante 52 años. Por el lado de Israel surge el rey Zacarías, quien reina durante seis meses. Después, surge Salún, quien gobierna durante un mes. Inmediatamente, lo hace Menajem, quien consiguió mantenerse en el poder durante 10 años. Lo sucedió Pecajías, quien reinó solamente durante 2 años Después de él, Pecaj reinó durante 20 años.

Como ves, la lista está armada con nombres que (seguramente) no forman parte de tu conocimiento bíblico. Y no es porque no estudies la Biblia (aunque supongo que la podrías estudiar más), sino porque son reyes -casi- intrascen­dentes en la historia del pueblo de Dios. Pero, hoy quiero llamar tu atención a un hecho que me parece interesante: estos reyes duraron tan poco tiempo en el poder porque en su inmensa mayoría fueron asesinados.

La historia del pueblo de Israel estaba diseñada en el corazón de Dios para que no tuviera este tipo de situaciones. Pero cuando el ser humano decide apartarse de los caminos correctos, prefiere dar espacio a sus propios deseos e intereses. Cuando las inclinaciones pecaminosas no tienen el freno del Espíritu Santo, la situación se complica de tal manera que termina actuando de una manera increíblemente equivocada, demoníaca.

Mientras el reino de Judá, con la influencia de un buen rey, se mantenía durante décadas bajo el gobierno de un monarca que cumplía con los estatutos divinos, el reino del norte sufría la constante inseguridad producida por el deseo exagerado por el poder.

Hoy no nos asesinamos por el control de un reino, pero seguimos actuando de la misma manera que estos reyezuelos por situaciones infinitamente menos importantes. Cualquier motivo es suficiente para “matar” al otro con un comentario, con una mentira, con una mirada; que terminan siendo armas tan letales como un cuchillo, un revólver o una bomba.

Alejarnos de Dios nos coloca en una lamentable situación de pecaminosa pequeñez, que nos impulsa a cometer bajezas que cerca de Dios ni imaginaríamos realizar.

Extracto del libro 365 Vidas

Por Milton Bentancor

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