Después de esto, José de Arimatea le pidió a Pilato el cuerpo de Jesús. José era discípulo de Jesús, aunque en secreto por miedo a los judíos. Con el permiso de Pilato, fue y retiró el cuerpo. (Juan 19:38).

Otro discípulo secreto. Como Nicodemo, José era rico, poderoso, miembro del Sanedrín y creía en Cristo. Como Nicodemo, no de­mostró su fe porque, si lo hacía, sería expulsado del Consejo, y no podría defender a Cristo cuando este lo necesitara.

Llega un momento en la vida de cada seguidor de Cristo en el que se tiene que transformar o en un discípulo o en una mentira espiritual. El discípulo, contra todos y contra todo, se muestra -sin autocensuras- ante el mundo y “pide el cuerpo de Jesús”. El que no pasa de una mentira, continúa yendo a la iglesia. Como el hijo mayor de la parábola del hijo pródigo, continúa en el lugar correcto, con la motivación equivocada. Perdición segura.

Cuando el seguidor se transforma en discípulo, coloca a los pies de la cruz su fortuna, su poder, sus contactos sociales, su potencial, su todo. Se presenta delante del Pilato de turno y le hace saber que aquel que está en la cruz no merece estar allí. Que aquel que está en la cruz es el Rey del universo, y también de su vida. Cuando el seguidor se transforma en discípulo, pierde el miedo.

Quizá te hayas escondido durante toda tu vida atrás de un traje y una corbata usada cada sábado de mañana. Quizá tu escondite haya sido una Biblia -que abrías cuidadosamente cuando el predicador mencionaba algún texto y que el resto del tiempo quedaba juntando polvo en algún estante de tu biblioteca José de Arimatea les tenía miedo a los judíos. Y tú ¿a qué le temes para no decidirte a ser un verdadero discípulo de Cristo? Cuando él tuvo su oportunidad, cuando se enfrentó a su momento de decisión, dio el paso de fe y valor pidió ni cuerpo de Cristo y le gritó al mundo quién era su Señor. Cuando llegue tu hora de la verdad, ¿qué vas a hacer?

Hoy es un buen día para que dejes de lado tus miedos y te transformes en un discípulo de Cristo.

Extracto del libro 365 Vidas

Por Milton Bentancor

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