Entonces el rey Joram salió de Samaría, movilizó a todo el ejército de Israel, y le envió este mensaje a Josafat, rey de Judá: -El rey de Moab se ha rebelado contra mí. ¿Irías conmigo a pelear contra Moab? -Claro que sí -le respondió Josafat-. Estoy a tu disposición, lo mismo que mi ejército y mi caballería. (2º Reyes 3:6-7).

Ya meditamos sobre la vida de Josafat. Él fue un buen rey. Pero, definiti­vamente, era una persona que no aprendía con sus errores. De la misma manera que Acab lo invita a la guerra y él va, de la misma manera que se asocia con el rey de Israel en la construcción de una flota que se hundirá antes de su primera misión; ahora acepta -sin dudarlo- una invitación para pelear contra el rey de Moab, acompañando al hijo de Acab.

¿Cuántas veces Dios tiene que hablarte, explicarte y mostrarte lo que él desea y ¡o que no quiere para tu vida? ¿Consigues aprender en la primera opor­tunidad o, como Josafat, tropiezas varias veces con la misma piedra?

Joram mueve a los ejércitos aliados porque él está perdiendo el impuesto de un pueblo. Como normalmente sucede con los pecadores, Joram estaba pensan­do única y exclusivamente en él. Difícilmente alguien que quiere hacerte pecar estará pensando en ti o en tu bienestar. Aquel novio que te pide una “prueba de amor» no está pensando en tu pureza, en tu historia ni en tu futuro. Está pensando en su propio placer. Dicho de otro modo: el pecado te usa y nunca te respeta.

Luego de siete días de caminata por el desierto quedan sin agua, transfor­mándose en una presa fácil para el rey enemigo. En el momento de dificultad, cuando la situación se hace insostenible, recién ahí, Josafat recuerda que consultar a Dios es una buena idea. Cuando no tiene más fuerza propia; cuando sus planes e ideas se mostraron equivocados; cuando se sabe desprotegido; cuando llegó a su propio límite, ¡ese es el momento de mirar hacia arriba!

Por amor a Josafat -su hijo testarudo y equivocado-, Dios les da a todos lo que necesitan: agua y la victoria militar (2º R.3:20-25).

Recuerda: serás agente de salvación si estás tomado de la mano de Cristo y le suplicas -de corazón- su dirección, aunque parezca tarde.

Extracto del libro 365 Vidas

Por Milton Bentancor

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