Pasaje Clave: Marcos 7:1-23

El capítulo 6 finalizó con el viaje de Jesús y sus discípulos a la región de Genesaret. Allí realizaron un intenso trabajo de sanidad, enseñanza y evangelización. Y hasta ahí, todo bien. Los problemas vinieron después.

¡Mira con quiénes se encontraron! (vs.1).

¡Otra vez, los molestos escribas y fariseos! Y otra vez exigiéndole explicaciones a Jesús acerca de por qué permitía que sus discípulos quebrantasen la ley (vs.2).

Antes de continuar te explico algo acerca de los fariseos para que entiendas mejor este capítulo. Los fariseos eran la secta religiosa más influyente en la época de Jesús. Entre sus prácticas ellos enseñaban que era necesario obedecer hasta el detalle más insignificante de la ley y los mandamientos. Si obedecías todo, todo, TODO, ganabas “puntos” de aprobación delante de Dios. O sea, cuanto más te esforzabas en obedecer y cumplir con cada cosita de la ley, más te aceptaba y te amaba Dios (esto se conoce con el nombre de legalismo), pero si desobedecías en algo, por más insignificante que fuera, ¡zaaaaz! ¡un rayo te partía la cabeza! ¡Dios te fulminaba!

Tranquilo, esto no es verdad, pero era lo que pensaban y enseñaban los fariseos. Ellos eran ultralegalistas. Imagínate entonces, el miedo que la gente le tenía a Dios. En vez de verlo como un Padre amoroso lo veían como un Dios tirano y castigador listo para destruirlos.

¿Y por qué los fariseos odiaban tanto a Jesús? Porque con sus enseñanzas y estilo de vida Jesús rechazaba el legalismo de los fariseos. Y ellos no lo soportaban.

Lee más acerca del legalismo y los legalistas en “Desafíos Para Jóvenes y Adolescentes: Mateo” Día 26 y “Desafíos Para Jóvenes y Adolescentes: Lucas”  Día 15.

Muy bien, volvamos a nuestra historia. Es absolutamente insignificante lavarse o no las manos para comer, es una tontería, sin embargo, para los fariseos, comer con las manos sucias era un gravísimo pecado. ¡100% legalistas! Mira lo estricto que eran: vs.3 y 4.

¿Qué le reprochan a Jesús? (vs.5).

¿Y cómo les responde él? (vs.6-13).

La respuesta es larga. Aquí va la síntesis:

  • “Honran a Dios de palabra, pero sus corazones están lejos de él” (vs.6).
  • “Su honra es mentirosa porque no enseñan lo que Dios dice sino lo que ustedes piensan” (vs.7).
  • “Reemplazan las cosas de Dios por prácticas humanas” (vs.8).
  • “Ustedes también quebrantan la ley de Dios” (vs.9).
  • “Tienen que honrar a sus padres y no maldecirlos” (vs.10).
  • “Pero ustedes no los honran porque el dinero y las cosas que tienen para ayudarlos a ellos, se las ofrendan a Dios” (vs.11-12).
  • “Y al hacer esto desobedecen el mandamiento de Dios por “obedecer” sus tradiciones y costumbres” (vs.13).

Luego de taparles la boca con semejante despliegue de sabiduría y revelación espiritual, Jesús le habla a la multitud que se había reunido.

¿Qué les dice? (vs.15-16).

Aparentemente la multitud entendió y se alejó, pero los que seguían sin entender nada de nada, eran los discípulos (vs.17).

¿Qué les responde Jesús? (vs.18-23).

¿Lo entiendes? No te contamina lo que comes. Da gracias por eso ¡y zámpatelo! A lo sumo sufrirás una gran descompostura de estómago y pasarás el resto del día metido en el baño. Lo que verdaderamente te contamina es lo que sale de tu interior.

Vuelve a leer la lista de ejemplos (vs.21-22). Sólo menciona 13 conductas contaminadas pero indudablemente la lista podría ser mucho más larga.

¿Cuántas de estas cosas tenemos adentro, muy, muy escondidas?

Sonreímos, adoramos, oramos, señalamos los errores de los demás, nos ponemos en jueces de otros. Decimos: “esto está bien, esto está mal”, criticamos las conductas “carnales” de los demás, los señalamos y tratamos de inmaduros, oramos intensamente para que ellos cambien… ¡somos unos hipócritas! ¿En qué nos diferenciamos de los fariseos legalistas?

Somos tan “perfectos”, tan “santos”, tan “consagrados”, tan “correctos”, tan “comprometidos”… frente a los demás. Pero adentro, en las oscuras profundidades de nuestros corazones hay conductas altamente contaminantes que cuando las dejamos salir provocan un caos de pecados y conflictos.

¡Basta de juzgar a los demás! Mírate adentro, métete en la presencia de Dios y deja que él examine tu propio corazón, te limpie y te santifique, sane tus conductas y te cambie de adentro hacia afuera.

El corazón es más importante que la apariencia Piénsalo.

Extracto del libro «Desafíos Para Jóvenes y Adolescentes: Marcos»

Por Edgardo Tosoni

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