Más que un Cuento de una Ballena…

El Señor le habló a Jonás y le dio instrucciones específicas de que fuera a Nínive a predi­car contra la ciudad, porque la gente era completamente perversa y mala (Jonás 1:1-2). ¿Y qué fue lo que hizo Jonás? ¡Salió huyendo en la dirección opuesta! Por alguna razón, Jonás tenía un concepto loco de que Dios no sabía donde estaría si corría, así que compró un boleto de un barco y se dirigió hacia la ciudad llamada Tarsis (vs.3).

Imagínate a Jonás sobre la cubierta del barco, pensando que era más astuto que el Dios del uni­verso y que todo saldría bien. Claro que también nosotros a veces pensamos así. Bueno, pero después de que Jonás se fuera a dormir, Dios empezó a crear una tormenta que amenazaba con hacer pedazos al barco. Todas las personas que estaban en el barco clama­ban a cualquier dios que se les ocurría buscando ayuda, pero parecía que nada cambiaba el clima. Finalmente, echaron suertes para averiguar quién tenía la culpa y la suerte cayó en Jonás (vs.4-7). Jonás tuvo que confesar que había huido del Dios del universo. Puesto que el mar no se calmaba, Jonás les dijo que lo echaran al agua y así el mar se tranquilizaría. Y en cuanto lo hicieron, el mar se calmó (vs.8-15).

Dios causó que un gran pez llegara y se tragara a Jonás con todo y su corazón cobarde, y Jonás vivió dentro del pez por tres días y tres noches (vs.17). Cuando estás dentro del estómago de un pez, comienzas a pensar mucho acerca de lo que estás haciendo y eso fue exactamente lo que hizo Jonás. Él oró, rogó por perdón. Le dio gracias a Dios por estar con él aun en esa situa­ción. Hizo una promesa de obedecer a Dios por siempre. Así que Dios le habló al pez e hizo que vomitara a Jonás sobre tierra seca (Jonás 3).

Jonás tuvo que haber sido un gran predicador para que Dios le diera otra oportunidad de ir y hacer lo que Él quería. Jonás ni siquiera tuvo que preparar un mensaje porque Dios le diría qué decir cuando llegara allá. La Biblia dice entonces que Jonás obedeció (Jonás 3:1-3). Atravesó la ciudad de Nínive y le contó a la gente que la ciudad sería destruida después de 40 días (Jonás 3:4). Sin embargo, algo muy interesante su­cedió y Jonás no se lo esperaba… ¡La gente le creyó a Dios! Decidieron ayunar y dejar de comer y vestirse con ropa que mostraba su tristeza. Incluso el rey de Nínive hizo esto y ordenó que todos clamaran a Dios por perdón. Enton­ces Dios hizo algo maravilloso. Cambió de parecer y no destruyó la ciudad (Jonás 3:5-10).

Jonás se enojó. Lo gracioso es que se enojó con Dios por haber perdonado a la gente de la ciudad. Cuestionó a Dios por estar tan dispuesto a perdonarlos cuando habían sido personas tan pésimas unos cuantos días atrás. Dios fue muy paciente con Jonás y le dio otro ejemplo (Jonás 4:1-4).

Dios hizo crecer una planta para que le diera sombra a Jonás. Jonás se alegró al poder sentarse junto a la planta y disfrutar de su sombra. Pero al día siguiente, Dios causó que un gusano se comiera la planta, y la planta se murió. Entonces Jonás sufrió en el calor abrasador (Jonás 4:6-8). Dios trató de mostrarle a Jonás que a él le importaba más la planta que la gente. Pero a Dios le importó más las 120.000 personas en Nínive y Jonás era su respuesta para hacerlo (Jonás  4:10-11).

Jonás pensó que tenía una mejor idea que Dios, y aún después de que huyera y Dios lo salvara, al final, de todas maneras discutió con la decisión de Dios. Si piensas en eso, tal vez decidas que es una mejor idea hacer lo que Dios te pide desde un principio, antes de que tengas que lidiar con un naufragio. Qué bueno es obedecer a Dios, ¿no? Cuando pien­ses en la Palabra de Dios y cómo la puedes utilizar para ayudarte cuando quieres obedecerle, acuérdate de Jonás. Tú necesitas poner atención para cuando las cosas a tu alrededor empiecen a oler mal.

Extracto del libro “El Campo de Batalla de la Mente Para Niños”

Por Joyce Meyer

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