Cuando Herodes se dio cuenta de que los sabios se habían burlado de él, se enfureció y mandó matar a todos los niños menores de dos años en Belén y en sus alrededores, de acuerdo con el tiempo que había averiguado de los sabios. (Mateo 2:16).

Herodes es un personaje nefasto de la historia bíblica. Cobarde, mentiroso y tramposo; en un momento en el que perdió la cabeza mandó matar a todos los niños menores de dos años en Belén y en sus alrededores. Lamentable. Es importante notar que antes de dar la terrible orden él se sintió burlado. Comúnmente, el proceso para realizar una locura de tamañas proporciones es el mismo: me siento perjudicado de alguna manera, eso me hace enfurecer y a partir de ese momento actúo sin pensar.

Quizás el ejemplo sea extremadamente simple (sepan disculparme las se­ñoritas, porque el ejemplo que sigue es básicamente masculino), sin embargo, creo que será claro. Estás jugando al fútbol. Tu equipo está perdiendo (sabes que no conseguirás empatar ni con la ayuda del juez) y, para colmo, el mejor jugador de la cancha está «pintándoles la cara». Cuando lo marcaste la última vez, te tocó la pelota entre las piernas a toda velocidad y salió corriendo hacia tu arco. No aguantas más tamaña humillación. Lo corres, te olvidas de la pelo­ta, del juego limpio, del momento de compañerismo que estaban viviendo y le pegas, por detrás, una patada con la que no le quiebras la pierna, pero lo dejas rengueando por varios días.

Tu bomba tiene los mismos ingredientes que la de Herodes. Los resultados también son similares: inocentes sufriendo porque alguien se sintió burlado, humillado, quedó furioso y actúo sin medir las consecuencias.

Es fácil aceptar que Herodes fue el primer instrumento del enemigo de Dios que utilizó con el fin de matar a Jesús, pero para llegar a ese extremo, es nece­sario que haya dado los pasos equivocados en el sentido erróneo. Tú podrías (lamentablemente) caminar siguiendo esas huellas.

Es tan humana esa inclinación a explotar que nos lleva a actuar sin usar la razón, que el apóstol Pablo te explicó que la solución está en dejar que el Espíritu Santo desarrolle su fruto en ti.

Así tendrás amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio. Una buena receta para detener al pequeño Herodes explosivo que tienes dentro de ti.

Extracto del libro 365 Vidas

Por Milton Bentancor

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí