Pasaje Clave: Lucas 15:19.
Y continúa pensando: ya no soy digno de ser llamado tu hijo… Y tiene razón. Porque ser hijo no es solamente compartir un ADN.
Puede que en un nivel continuase siendo hijo, pero en la cultura en la que se cuenta esta historia, también había que ganarse el título de hijo, siendo digno. Debías demostrar que eras capaz de continuar con el legado familiar. Porque una cosa es ser hijo y otra heredero.
Eso está en manos de los padres. Incluso hoy en día.
Hay que ganarse el respeto. Y sin duda, él, no se lo había ganado, lo había perdido. Incluso se había perdido el respeto a sí mismo.
Al regresar a casa, el padre bien podría rechazarle como hijo, no reconocer a ese hombre que tenía delante como su heredero. Porque nuestras decisiones nos moldean, las buenas y las malas. Y podemos llegar a convertirnos en algo que no éramos. Terrible. Y no ser dignos de continuar con el legado.
Este hijo menor sabe que el único que puede reconocer su dignidad es su padre. Nadie más. Por lo tanto, su identidad depende totalmente de la opinión que el padre tenga de él.
Y no puede regresar a casa con dignidad. Con la cabeza bien alta, como si no hubiera hecho nada. ¡Papá, ya he llegado! ¿qué hay para cenar?
No.
Para acercarse, hay que reconocer que no somos dignos. No hemos sido ni somos buenos herederos. No podemos venir pidiendo los derechos de hijo. Hoy, muchos nos acercamos a Dios con esa actitud, reclamando, y exigiendo nuestros legítimos derechos, cómo si ser humano, lejos de casa de papá, desobedeciendo y sin ningún interés por relacionarnos con Él, no tuviese importancia y pudiéramos seguir siendo “dignos de recibir su amor”.
Perdóname pero, no estamos en posición de exigir nada. Además, ya no hay herencia que recibir. El padre le había dado la parte que le correspondía y lo había malgastado. Ser “hijo” ya no tenía sentido. Y no había nada más que heredar, había demostrado que no era un digno heredero. Y en sus matemáticas mentales solo había un plan B para poder estar en la casa del que una vez fue su padre: «hazme como a uno de tus jornaleros».
Convertirse en un esclavo, o un trabajador con salario. Ganarse el estar en casa. Porque esta es nuestra reacción natural cuando la culpa nos invade. Debemos hacer algo para restituir nuestro mal. Debemos pagar, plato roto por plato roto. Es lo único que se nos ocurre. Debemos volver a ser merecedores de comer pan. Ganarnos el pan, por obras. La aparente humildad que expresa esta frase nos impide ver la gravedad del asunto. Porque quiere volver a casa, no para estar con su padre, sino para comer pan. Trabajando.
Como muchos, que queremos ir al cielo, no porque allí esté Dios, sino porque allí hay eternidad. Y haremos lo que sea necesario para ganarnos el derecho de entrar en casa.
El arrepentimiento del hijo no era totalmente sincero, todavía quería hacer las cosas por sí mismo, incluso en casa de su padre. Volver y demostrar que era digno.
“Ganarse” la vida, la vida eterna. Y olvidamos que la eternidad es Dios. No un lugar.
Y a Dios no se le puede ganar. Nuestro error no es estar en el lugar equivocado, sino poner nuestra confianza en la persona equivocada.
Recordemos que de lo que se trata es de restaurar nuestra relación con Él. Reconciliarnos.
No simplemente cumplir los requisitos, demostrar que podemos trabajar y así poder comer.
Porque nuestro problema no es haber desperdiciado los bienes, sino haber roto nuestra relación de confianza con Él, con el corazón de papá Dios. Eso es lo que hay que resolver, y no se resuelve trabajando ni haciendo buenas obras. Ni siquiera poniendo cara de jornalero.
Nuestro protagonista va a volver a casa, lo ha decidido, pero no es consciente aún, de que el problema no son sus malas acciones, sino aquello que lo ha llevado a hacerlas.
Dios no busca jornaleros, ni esclavos, ni trabajadores. Busca hijos.
PARA VOLAR
1. ¿Qué debemos hacer para volver a la casa del Padre?
¿Qué nos da derecho a entrar, vivir o permanecer en su hogar?
2. ¿Qué diferencia hay entre ser hijo y ser heredero? Gal.3:29; 4:7
3. Dedica unos minutos a reflexionar por qué quieres la vida eterna y qué disfrute encuentras en la persona de Dios Padre. ¿Es Él suficiente para ti?
4. ¿Crees que puedes hacer algo por ti mismo para pagar los platos rotos? ¿Por qué?
Extracto del libro «Perdido»
Por Alex Sampedro