Entre ellos se encontraba un hombre inválido que llevaba enfermo treinta y ocho años. (Juan 5:5).
EI estanque de Betesda era un lugar deprimente. Además del show de horrores que era esa galería de enfermos, la desesperanza estaba dibujada en el rostro de todos aquellos que, como el paralítico de la historia, sabían que no iban a conseguir el milagro.
Saberte en problemas y estar convencido de que no tienes solución es la situación más desesperante y deplorable en la que el ser humano se puede encontrar. El paralítico hacía casi cuatro décadas que estaba así.
Cuando Cristo entra en escena, surge una esperanza real de sanidad y salvación. El problema es que ellos no lo reconocen. Los siglos pasaron, pero la dificultad continúa siendo la misma: Cristo entra en escena, y nosotros no lo reconocemos como solución.
Jesús tenía poder para curar a todos los que allí estaban. No lo hizo porque sabía que sanando a uno solo iba a causar alborozo; sanando a todos, la situación podía tomar ribetes incontrolables. Eligió al más necesitado; aquel que se sabía totalmente imposibilitado, aquel que sabía que no tenía la más mínima chance. Es el estilo de ser humano en el que Cristo consigue actuar. Cuando el vaso está absolutamente vacío, es el momento para que el Agua de vida lo llene.
Jesús lo busca. Habla con él. Le ofrece la solución a su problema. El paralítico (que en el momento parece ciego) le dice que no hay nadie que lo pueda ayudar. Impresionante. ¿Cómo puede decir que no hay nadie, cuando hay Alguien con todo el poder? ¿Cómo que no hay nadie, cuando delante de él está el Médico de los médicos, el Dueño de la vida y de la salud?
Gracias a Dios, hay ciertas respuestas que Jesús no toma en cuenta. Él entiende nuestra incapacidad, conoce nuestra insuficiencia y perdona nuestra torpeza espiritual.
Jesús le da al paralítico tres órdenes, según el texto Juan 5:11 en la versión Rema Valera: Levántate. Toma tu lecho. Anda.
Estas eran tres imposibilidades para eso hombre enfermo. Tres imposibilidades que, por el poder de la Palabra do Jesús, se hacen ejercicios simples. Lo que hasta hace minutos era utópico, irrealizable y absurdo, después del encuentro con Jesús es fácil y sencillo.
Escucha hoy al gran Médico, y cumplo la orden que él te da.
Extracto del libro 365 Vidas
Por Milton Bentancor