Pasaje clave: Levítico 25.
El 7º año, llamado Año Sabático, y el 50º año, llamado Año del Jubileo, eran dos años claves en la vida de los israelitas.
Vamos por parte.
En el Año 7.
¿Qué hacían con la tierra cada siete años? (25:1 al 5).
¿Con qué propósito lo hacían? (25:6-7).
¿Y cómo vivirían durante ese séptimo año? (25:20-21).
Seis años trabajaban, sembraban y cosechaban la tierra, pero al séptimo año la dejaban descansar.
La tierra descansaba para recuperar su fuerza y sus nutrientes, y al mismo tiempo la fe del pueblo era probada. No podían sembrar, ni cosechar, solamente podían comer de lo que crecía de la tierra en descanso.
Sí o sí tenían que depender del cuidado de Dios durante ese séptimo año.
Tenemos la tendencia a pensar que todo lo que hacemos es el fruto de nuestra inteligencia, de nuestra capacidad y de nuestro esfuerzo, especialmente cuando las cosas nos salen bien. También sentimos que si no lo hacemos nosotros nadie más podrá hacerlo, o no se conseguirán los resultados esperados. Sin embargo todo lo que hacemos y obtenemos viene del Señor.
Toda tu capacidad, inteligencia, talentos y esfuerzo vienen de Él. Por ti mismo no eres capaz de nada, pero Él te hace capaz. Todo lo puedes en Cristo.
Pero cuando nos “olvidamos” de esto nos llenamos de orgullo, actuamos como unos soberbios, tratamos a los demás como menos y dejamos de darle las gracias a Dios por Su capacidad, Su inteligencia, Sus talentos y Su poder actuando en nosotros y por nosotros.
Aprender a Depender del Señor.
Dile a tu Papá Celestial: “Señor, yo no soy tan capaz, no soy tan fuerte, no soy tan inteligente y no siempre puedo soportar lo que me toca vivir. No entiendo a ciertas personas y no tengo todas las respuestas a lo que me pasa. Necesito depender de ti. Tú me haces falta. Tú eres mi alegría y mi protección. Eres mi fuerza y mi seguridad. Cuando hago las cosas por mí mismo, confiando en mis propias fuerzas, termino cansado, malhumorado, equivocándome y desanimado. Sé mi fuerza, mi gozo y mi confianza”.
Cuando reconoces que necesitas de Dios aprendes a descansar en Él y a dejar que Él haga las cosas y te guíe como quiera. Aprendes a disfrutar más lo que te toca vivir.
Y en el Año 50…
“¡Y que suenen los tambores y siga la fiesta
Esta fiesta no se acaba hasta que amanezca…!”
Cada 50 años los israelitas celebraban una súper fiesta. No, no es una exageración. Lo que pasaba en el año 50 era motivo de muchísima alegría, gozo y satisfacciones. Era la fiesta que nadie quería perderse.
Tres poderosos hechos sucedían en el Año 50:
1. Nadie sembraba o cosechaba sino que todos satisfacían sus necesidades con lo que la tierra producía espontáneamente (25:11-12).
2. Cada uno volvía a tomar posesión de su heredad sin importar que ese pedazo de tierra hubiera sido vendido, hipotecado o alquilado (25:13 al 34).
3. Los siervos hebreos eran hechos libres junto con sus esposas y sus hijos (25: 35 al 55).
¿Te das cuenta? El Año 50 no era un año común y corriente. Era muy especial y muy esperado porque era el año de la libertad, de recuperar lo que le pertenecía a cada uno y de descansar.
¿Sabías que en Cristo puedes vivir, disfrutar y valorar cada uno de tus días, meses y años como especiales? La libertad que Jesús te da y tu corazón agradecido por lo que te toca vivir son las claves para disfrutar y vivir al máximo cada momento. Cada día que pasa es un día menos que falta para tu encuentro con Jesús. ¡Gózate!
Extracto del libro «Desafíos Para Jóvenes y Adolescentes: Éxodo-Levítico»
Por Edgardo Tosoni
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