En todo Israel no habla ningún hombre tan admirado como Absalón por su hermosura; era perfecto de pies a cabeza (2º Samuel 14:25).

La perfección puede ser un problema. Lo fue para Lucifer, lo fue para Absalón y lo puede ser para nosotros. Me dirás: «Yo no soy perfecto”. En este caso, la cuestión no es ser o no ser, sino sentirte.

Absalón pudo haber tenido buena presencia, se podía sentir perfecto, pero tenía un corazón tan sucio como una cloaca.

Absalón esperó des años para vengar la violación de su hermana Tamar. Mató a Amnón a sangre fría, delante de sus otros hermanos, Eso se llama homi­cidio, por más que el acto esté escondido bajo la apariencia de justicia.

Este asesinato tiene una profunda dimensión política. Muerto el príncipe heredero, Absalón entra en la línea sucesoria. El asesinato no fue una demos­tración (extrema) de amor por su hermana violada, sino un paso en dirección a su sueño real.

Muchas veces, nuestras acciones, incluso las que parecen buenas y correc­tas (obviamente, no es el caso de nuestro personaje), esconden intenciones que van mucho más allá de lo que parecen en un primer momento.

Es interesante que la primera reacción de Absalón, luego del asesinato de Amnón, fuera esconderse en Gesur. La primera reacción de Adán y de Eva des­pués de su pecado fue esconderse en el jardín. Comúnmente, cuando vamos a pecar nos escondemos. Debe ser la falsa seguridad que el padre de las tinieblas nos ofrece cuando nos movemos en su territorio de sombras.

Absalón se siente perfecto para ocupar el trono. Lucifer, también. ¿Recuer­das? Mientras el antiguo ángel de luz convencía a sus compañeros celestiales de su perfección, el hijo de David hacía lo mismo con sus conciudadanos.

La técnica es la misma: haz que el otro crea que tú eres perfecto. En el caso del exángel, consiguió hacer creer esa mentira a un tercio de los habitantes celestiales. En el caso del hijo de David, buscó que los más simples del pueblo (y algunos de los líderes) lo creyeran. El primero fue expulsado del cielo. El segundo fue asesinado. Como ves, la mentira no rinde grandes frutos.

¿Cuál es tu límite? ¿Hasta dónde te animas a llegar con tu simulación du perfección? Ora para ser, realmente, un pecador arrepentido. Eso es suficiente para recibir la vida eterna.

Extracto del libro 365 Vidas

Por Milton Bentancor

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