Continuemos.

Voy a referirme a las ataduras más frecuentes que veo en las personas que no logran tener una pareja estable, sean varones o mujeres.

1. Nadie me Entiende.

Una de las preguntas más importantes que nos hacemos es: “¿Con quién compartiré mi vida?” Todos los seres humanos anhelamos ser compren­didos, compartir lo que nos sucede y lo que sentimos. Por supuesto, no siempre lo conseguimos.

Cuando pasan los años y el soltero no encuentra ese compañero ideal, lo invaden muchos sentimientos; uno muy fuerte es “se me fue el tiempo”. La queja “ya pasé los cuarenta” en realidad expresa “ya no conseguiré pareja, salvo un milagro de Dios”. Aparece la resignación, y en consecuencia los esfuerzos para establecer una relación son cada vez más débiles.

A muchas personas les cuesta poner en palabras las vivencias internas y las emociones que pasan por su corazón. Les resulta arduo sacar a luz esas vivencias y explicarlas de manera que otros las comprendan. Cuando intentan hacerlo, sus conductas y palabras son contradictorias o ambiguas; en consecuencia, quienes las rodean encuentran aún más difícil comprenderla. ¡Es complicado que alguien nos entienda si nosotros mismos no entendemos bien qué nos pasa! En estos casos la consejería, la ayuda terapéutica o la participación en un grupo de autoayuda son de gran ayuda para clarificar las emociones que pasan por nuestro interior.

2. Apego Excesivo a los Padres.

Hay adultos que siguen “enganchados” a sus padres. De todas las ataduras, creo que esta es la más fre­cuente. Las circunstancias que originan esos lazos son muy variadas. Por ejemplo, cuando un niño crece en una familia donde el papá golpea a la mamá, la hija o el hijo tal vez se sientan responsables de cuidar a la mamá golpeada. El apego afectivo que se establece es intenso, y el hijo inconscientemente sacrifica la idea de formar pareja a cambio de quedarse en casa y cuidar a su madre.

También puede generarse apego excesivo cuando la madre queda viuda y el hijo siente que debe ocupar el papel de hombre de la casa. Si la madre no ha vuelto a formar pareja, y el hijo lo interpreta como un sacrificio que ella ha hecho para quedarse con él y cuidarlo, inconscientemente boicoteará las oportunidades que se le presenten de formar pareja, porque siente que debe quedarse a cuidar a su mamá. ¡Cómo no hacer el mismo sacrificio que hizo ella!

El apego excesivo puede ocurrir porque los padres han sido sobreprotectores o autoritarios. Tal vez han dado mandatos que limitan la vida de los hijos: “No confíes en nadie, sólo tu familia te va a ayudar, nadie te va a querer como tu papá y tu mamá…” ¿Dónde podrán sentirse bien, si no es quedándose en la casa? Y cuando los padres son de edad avanzada, ¿cómo van a dejarlos abandonados para buscar una pareja? Esa sensación de culpa hace que se queden “enganchados” a sus papás, bloqueados para buscar pareja.

(CONTINÚA…)

Extracto del libro “Solos y Solas”

Por Bernardo Stamateas

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