Estrategia #1: Tener un Proyecto en la educación de nuestros hijos

Muchos padres cometen el error de educar a sus hijos sin un «proyecto» que guíe los encuentros cotidianos con sus adolescentes. Tratan de advertir, amonestar, enseñar y corregir, pero nada parece estar funcionando. No ven el fruto del cambio en la vida de su adolescente. La frase «tener un proyecto en la educación de nuestros hijos» implica estar enfocados, tener propósito, estar orientado hacia una meta en nuestros encuentros diarios con nuestros adolescentes. Cuando eduquemos con este sentido de estar en un proyecto, sabremos porqué estamos buscando lo que buscamos. La educación sin tener este proyecto es como ir a una tienda, reunir madera, pegamento, ferretería y herramientas, después comenzar a trabajar con la esperanza que al medir, serruchar, clavar y pegar, todos estos elementos se convertirán en algo. Nadie de nosotros ha hecho esto anteriormente porque sabemos que no funcionaría. Necesitamos saber qué es lo que queremos construir, los materiales que se requieren y los procesos de construcción.

Necesitamos el mismo sentido de tener un proyecto con nuestros adolescentes. ¿En qué debemos trabajar con este hijo en particular en este momento particular de su vida? ¿Cómo debemos hacerlo? De nuevo, proyectar la educación significa estar enfocados, tener propósito, estar orientado hacia una meta en nuestros encuentros diarios con nuestros adolescentes y enfatizar ciertos temas. Implica que hayamos discutido cómo buscar estos asuntos con nuestros hijos. Significa que seremos padres con espontaneidad preparada; llegaremos a esos momentos inesperados y espontáneos de la paternidad estando preparados y teniendo un propósito.

Tener un proyecto en la educación significa que no sólo estaremos pensando a la ligera. Nos habremos preguntado en qué es débil nuestro adolescente, en dónde es susceptible a la tentación, en qué área está luchando regularmente, y dónde vemos rebelión y resistencia. Estas cosas se convierten en nuestros proyectos. No intentaremos hacer todo a la vez, sino examinaremos a nuestros hijo, oraremos y consideraremos nuestro enfoque. Nos daremos cuenta que Dios, en su soberanía, nos dará las oportunidades diarias para lidiar con esos asuntos. Tendremos un sentido de lo que es importante en cada momento de la vida de nuestro adolescente, y estaremos buscando oportunidades para lidiar con ello.

Un Modelo Bíblico

El Salmo 36:1-4 provee un modelo maravilloso para los proyectos de educación de nuestros hijos.

«La transgresión habla al impío dentro de su corazón; no hay temor de Dios delante de sus ojos. Por eso se lisonjea en sus propios ojos, hasta que su iniquidad sea aborrecimiento. Las palabras de su boca son maldad y engaño; ha dejado de ser sensato y de hacer el bien. Sobre su cama piensa iniquidad; está en un camino que no es bueno y no desprecia el mal».

Al describir la «transgresión del impío», David nos provee un modelo para entender las luchas de nuestros adolescentes y la obra de Dios que debemos hacer en medio de ellas.

David nos señala dos deficiencias en el corazón del «impío». Estas deficiencias pecaminosas existen en el corazón de muchos de nuestros adolescentes (y también en el nuestro). Primero, hace la observación de que no hay «temor de Dios delante de sus ojos». Carece de una consciencia de la existencia y gloria de Dios, y no ha sometido su vida a lo que es absolutamente evidente. Temer a Dios significa que mi vida está estructurada por un sentido de asombro, adoración y obediencia que fluye del reconocimiento de él y su gloria. Él se vuelve el único punto de referencia más importante de todo lo que deseo, pienso, hago y digo. Dios es mi motivo y Dios es mi meta. El temor de Dios debe ser la fuerza central que organice mi vida.

La mayoría de los adolescentes no viven con el «temor de Dios delante de sus ojos». Su universo privado tiende a ser dominado por las cosas de las que están convencidos que necesitan, o por asuntos de temor al hombre (deseo de ser aceptado por sus coetáneos o temor al rechazo de sus coetáneos). O por asuntos de identidad (¿soy feo? ¿Tengo cara de ratón de biblioteca? ¿Soy atractivo? ¿Las partes de mi cuerpo concuerdan unas con otras?) Dios, no sólo no domina la escena, sino ni siquiera está en ella. Él no es su razón ni su meta. No importa cuál sea su fe profesada, Dios no existe en el mundo funcional en el que viven a diario.

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