Continuemos.

Y no importa en qué religión creas (llamarte católico, mormón, testigo de Jehová, evangélico, budista, o lo que sea, no te salva), o no creas en ninguna, tu destino será estar delante de Dios, frente a su trono de juicio. Y en ese momento tu inútil creencia en la reencarnación no te salvará. Ninguna ley kármica vendrá en tu ayuda. Ningún purgatorio aparecerá para que tengas una segunda oportunidad. Ningún inventado reino terrenal te librará. No importa cuanta literatura de tu religión hayas regalado o vendido. Serán solamente vos y Dios, frente a frente. Su juicio y todas tus indiferencias, desprecios y rencores. Su juicio y tus pecados, tus insultos y tus rechazos. Su juicio, y tu llanto, tu desesperación y tu infierno.

Pero… ¡ESPERÁ!

Hay alguien que se metió en este reino de tinieblas y se hizo semejante a vos y a mí. Él no es de aquí. Pero se metió por amor y se hizo como uno de nosotros, pero sin pecados y sin egoísmos. Él no vino para hacer la suya, porque pertenece a otro reino y a otra ley.

Él es el Rey y Señor del reino de la luz. Dios con forma de hombre. ¡Él es JESUCRISTO! Y no es un algo. No es una ideología ni una religión. Él es alguien dispuesto a escucharte, a comprenderte y bancarte. No es un iluminado, ni una rara energía cósmica. ¡Es Dios de carne y hueso!

El denunció a los hipócritas religiosos (los mismos que existen hoy), mostró amor hacia los miserables, rechazó toda propuesta corrupta, condenó al pecado y perdonó a los pecadores. No transó con la injusticia, ni buscó reconocimientos personales. Vino a decirnos que ¡Sí podemos zafar del reino de las tinieblas y de la esclavitud del pecado y de Satanás! ¡Que podés ser realmente libre!

No necesitas matarte para escapar de la locura en la que vivís, ¡Jesús ya murió en tu lugar! para hacerte alguien amado y valorado. Él no fue una víctima colgado en la cruz. No fue un pobre loco que murió por defender buenas ideas. ¡Se hizo hombre para morir!

¡Loco, Él ocupó tu lugar por amor! Tus sucios pecados (los más “inocentes” y los más asquerosos) fueron puestos sobre él. Tus sentimientos de culpa, tus desprecios, tus debilidades, tus fracasos, tus alegrías, ¡TODO! Lo que te gusta y lo que odias de vos mismo fue llevado por Jesús en esa cruz. Él murió para perdonarte y para que ya no hagás la tuya.

Pero, ¿a quién le sirve un muerto? Un muerto no sirve para nada. ¡Pero Jesús no está muerto! ¡Resucitó! Su tumba está vacía. Y no porque alguien se lo afanó, sino porque ¡a Dios no lo puede frenar la muerte! Buda, Mahoma, Smith, Russell, los Papas ¡todos muertos! ¡Jesucristo vivo!

Y porque vive, te ofrece su vida. Te hace alguien nuevo de adentro hacia afuera. Te saca del reino de las tinieblas y quita todos tus miedos, perdona tus rebeldías y limpia todos tus pecados. Con Jesús no necesitas religión, sexo, dinero o drogas para sentirte alguien, porque Él es capaz de poner un nuevo amor dentro tuyo, una nueva capacidad para perdonar y disfrutar cada momento. Pero para ser alguien nuevo necesitas tomar una decisión: tenés que dejar de hacer la tuya. Dejar de vivir como a vos te parece y aceptar en tu vida lo que Dios quiere para vos. Él te conoce mejor que nadie.

Renunciar a hacer lo que se te da la gana no es encerrarte en una iglesia y poner cara de gil, es aceptar que en el reino de tinieblas en el que vivís te estás matando y tus pecados y rebeldías te están condenando, pero que Jesús vino para perdonarte y sacarte de tu infierno. Arrepentíte y confesále tus pecados a Jesús (no al cura ni al pastor). Decile claramente lo que hiciste y creé que Él te limpia, perdona todos tus pecados y quita tus culpas. Y sencillamente invitálo a entrar en tu vida, para que viva en vos y sea tu Señor y tu único Dios. Entonces experimentarás el más grande y excitante de todos los cambios. Él está esperándote.

Hoy, algo nuevo, sólo para vos, comenzará a suceder si elegís por Jesús. Serás amado, perdonado, valorado y aceptado por el resto de tu vida. Irás hacia algo nuevo. Y nunca más estarás sólo. Él caminará junto a vos.

Por Edgardo Tosoni

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