¿De Qué Se Trata?: Enfatizar el verdadero valor de la amistad.

Se levantó en cierto pueblo una rebelión guerrillera con el objetivo de destronar al rey de aquel pueblo. La unión rebelde era muy poderosa y contaba con muchas probabilidades de lograr su objetivo. El carismático líder de la unión rebelde era muy querido por toda la gente que le seguía. Entre todos ellos también se encontraba su mejor amigo, el subcomandante de la unión guerrillera.
Un buen día las fuerzas militares del rey lograron atrapar al temido e inteligente líder rebelde. Por todas las matanzas y rebeliones que había propiciado, el rey le juzgó y le declaró reo de muerte fijándole una fecha para su correspondiente ejecución.
Durante aquella sentencia, el rey agregó: «Solamente tienes derecho a un deseo». Era la costumbre de aquel pueblo conceder un deseo al reo de muerte.

Faltando sólo dos días para la ejecución el líder rebelde hizo conocer su petición: «Señor Rey, déjame ver a mi familia por última vez, déjame visitarles y luego regresaré para la ejecución».
El rey enojado le respondió: «¿Acaso crees que soy un tonto? ¿Acaso no sé bien que lo que intentas es fugarte? No obtendrás tu deseo», concluyó.
La población presente se dividió en dos opiniones, unos, apoyando la decisión del rey y otros considerándolo un tirano, por negar la tradición del pueblo.
Entre ellos, se encontraba el mejor amigo del líder opositor quien, haciendo callar a la multitud se dirigió al rey. «Señor Rey. Tienes frente a ti al subcomandante de la unión rebelde y mejor amigo de tu prisionero, te suplico que dejes ir a mi amigo para despedirse de su familia y tómame a mí como tu garantía. Si este hombre no regresa luego de haberse cumplido el tiempo de su ejecución haz recaer el peso de tu justicia sobre mi y ejecútame en su lugar».
La población quedó atónita ante semejante súplica.
El rey guardó silencio. Luego de un momento, le dijo: «Ven acá. Si es eso lo que quieres enseguida concederé el permiso que solicitas».
Los soldados arrestaron inmediatamente al subcomandante, y se le concedió el permiso al líder rebelde para despedirse de su familia y regresar en dos días para su ejecución.
Una vez en prisión, el rey visitó a aquel amigo valiente, y le preguntó: «¿Realmente crees que tu amigo será tan tonto de regresar para su ejecución? Has entregado la vida por alguien que vale tan poco, que no tomará en cuenta tu ofrecimiento y te dejará morir para escapar de mi justicia».
El amigo valiente guardó silencio ante el rey.
Dos días después, a la hora de la ejecución, el líder rebelde no aparecía por ningún lado. Al ver esto, el rey se dirigió al pueblo diciendo: «Se dan cuenta. ¡Ese es el hombre traidor en el que confía la unión rebelde! El hombre que es capaz de traicionar a su mejor amigo y hacerle pagar por sus faltas. Hoy habrá evidencia de lo que les digo, porque ejecutaremos a su mejor amigo en su lugar ¿Qué puede ofrecerle al pueblo si ni siquiera valora la vida de un amigo?»
En ese instante, el discurso del rey se vio interrumpido por un grito en la lejanía: «Liberen a mi amigo» decía un hombre sucio y cansado, que se dirigía corriendo hacia el lugar donde se realizaría la ejecución. «Libérenlo, porque vengo a pagar mi condena».
El pueblo quedó atónito nuevamente.
El líder opositor regresaba luego de despedirse de su familia a cumplir su condena.
En ese momento, los soldados le tomaron y le pusieron en el lugar de la ejecución para poner en libertad a su amigo.
Al ver esto, el rey se conmovió de una forma inexplicable y ordenó a los soldados que liberaran a los dos amigos y los pusieran frente a él. Luego se dirigió a ellos diciéndoles: «Hoy he sido testigo de la gran amistad y lealtad que hay entre ustedes y me he dado cuenta que ustedes son muy valiosos. Yo estoy dispuesto a retirar la condena de muerte con una sola condición».
«¿Cuál es la condición que solicitas?» -le preguntaron atónitos los dos hombres al rey.
«Regálenme a mí de esa amistad que ustedes se tienen entre sí».
A los pocos días, ambos fueron nombrados ministros y consejeros del rey en aquel pueblo.

Piénsalo.
Cuando Cristo dijo: «Un mandamiento nuevo les doy: Que se amen los unos a los otros», quería enseñar que entre los creyentes en Él, debe existir ese amor especial que capacita a los seres humanos a ser leales hasta la muerte, así como Él mismo lo es con nosotros.

Por Giovanni Cabrera

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