Algunas Ideas Útiles.

1. Tus Profesores.

Son profesionales formados para enseñarte, asesorarle y guiarte en tu proceso de aprendizaje.

  • Procuran siempre ayudarte.
  • Los profesores colaboran con tus padres en tu educación.
  • Su principal interés es tu formación y desarrollo.
  • Se alegran cuando tú estás atento y aprendes.
  • Siempre están dispuestos a atender tus dudas.
  • Siempre agradecerán tu opinión si la expresas con respeto y en el momento oportuno.
  • Sufren cuando te ven desinteresado, eres poco amable o han de llamarte la atención.

En la medida de tus posibilidades, intenta mantener con ellos un trato cordial, cortés, de cooperación y comprensión. Saldréis ambos ganando. Tú estarás más a gusto y ellos tendrán una mejor disposición para poder atenderle.

Pero… También somos personas que nos equi­vocamos, que pasamos por momentos difíciles, que discutimos con nuestra novia o con nuestro vecino, que nos levantamos con el pie izquierdo… que necesitamos su paciencia y comprensión, que somos sensibles a tu afecto, amabilidad y simpatía…

Algunos profesores quizá no conocen a Jesús como tú… y darán opiniones que pueden contradecir lo que la Palabra de Dios nos indica. Tu testimonio humilde pero firme puede ayudarles a cambiar de opinión o, por lo menos, a tener un buen concepto de los seguidores del Maestro de Galilea.

2. Tus Compañeros.

Con demasiada frecuencia no dedicamos la atención debida a seleccionar nuestros com­pañeros, o bien lo hacemos con criterios poco válidos. Hay compañeros con los que te ríes, pero que a su lado resulta poco menos que imposible concentrarse. Con ellos te diviertes mucho, pero no aprendes nada. Además, los profesores, si no te conocen bien, pueden acabar pensando que eres como ellos. Vuestra relación no les ayuda ni a ellos ni a ti.

Hay compañeros que establecen contigo una especie de relación de parasitismo. Miran de aprovecharse continuamente de tu trabajo y de tu esfuerzo, para poder sobrevivir sin trabajar ni esforzarse. Cuando los necesitas nunca están. Suelen acabar poniéndote en un compromiso frente al profesor que «descubre» demasiadas coincidencias en vuestros ejercicios.

Hay «compañeros» que no son compañeros. Ellos son el centro del universo. Se refugian en sus estudios para esconder su frustración e inadaptación. Sacan sobresalientes, pero no tienen amigos. Saben dar consejos gratuitos que luego no aplican en sus vidas. En un momento dado pueden ser «prácticos» para resolver una duda, pero no le ayudarán a ser más felices en clase ni en la vida.

Con un poco de mala suerte, incluso te toparás con algunos que quieren dominarte o por su fuerza, o por su atractivo físico o por sus recursos económicos o sociales. Ninguna relación basada en el dominio enriquece.

Hay compañeros que, como tú, están dispuestos a compartir y a aportar. Que saben cuándo hay que reír y cuándo prestar atención. Que distinguen el momento de sudar la camiseta con el de clavar los codos en la mesa. Con ellos puedes quedar para estudiar o para ir al cine. Puedes compartir con tranquilidad tus principios y creencias ya que vuestra relación se basa en el respeto. Nunca intentan avasallarte ni se burlan de lo que os diferencia.

3. La Lectura.

Seguro que a estas alturas, más o menos ya sabes leer… pero ¿cuántas palabras lees cada minuto? ¿Lo has calculado alguna vez? Si no lo has hecho recientemente, te sugiero que lo hagas. De ello podrás extraer conclusiones muy interesantes. Para ello selecciona un texto que no conozcas y selecciona un párrafo que tenga 600 palabras. Léelo lo más rápido que puedas cronometrando el tiempo que inviertes en ello y luego aplica la siguiente fórmula: 600 palabras dividido por los segundos que tardaste multiplicado por 60. Esto te dará como resultado las “palabras por minuto”.

Evidentemente, un estudiante que lee 300 palabras cada minuto, tarda en leerse una lección de sociales el doble de tiempo que otro que es capaz de leer 600, ¿verdad? De todos modos, no todo consiste sólo en leerá ¿Te ha sucedido alguna vez estar leyendo un texto tener de empezar de nuevo porque no le ha enterado de qué iba? En efecto, no sólo se trata de leer rápido (velocidad lectora) sino de entender lo que lees (comprensión lectora) lo que nos daría un poco el parámetro de tu eficacia lectora. Si quieres calcularla, a lo anterior has de añadir un cuestionario de preguntas sobre el texto que te puede hacer algún compañero.

(CONTINÚA…)

Extracto del libro “Expediente X”

Por Félix Ortiz y Autores Varios

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