La identidad sexual de una niña es definida por el padre. Ella crece buscando su estimación propia, quién es ella, en su padre, y como él la trata. Si ella tiene un padre amo­roso, que la ama incondicionalmente, entonces ella se sien­te amada, segura, satisfecha, y con un buen concepto de sí misma. Pero si ella duda del amor y la aceptación de su padre, ella buscará amor por cualquier lado, no comprendiendo quizá que lo que ella busca es el amor de papá. De este modo, cuando aparezca el primer muchacho ofreciéndo­le amor, ella hará cualquier cosa por retener ese amor.

Esta es la historia de una mujer soltera, de 27 años:

Cuando yo tenía 14 años de edad empecé a salir con un muchacho de dieciocho. Después de un mes o al­go así de estar saliendo juntos, él me dijo que me amaba, y que deseaba «tenerme.» Me dijo que si yo lo amaba, tenía que tener relaciones sexuales con él. Si yo no lo de­seaba, él no podía controlar sus deseos por mí, y tendríamos que romper.

¿Qué podía pensar yo a los 14 años de edad? Yo sabía que el sexo antes del matrimonio era malo, pero tam­bién deseaba tener un hombre que me amara. Yo estaba muy insegura acerca del amor de mi padre, y tenía una pobre imagen de mí misma. Siempre había sentido como si yo tuviera que ganarme el amor de la gente. Si hacía bien las tareas de la casa, mi padre me amaba, y así me lo comunicaba. Si traía buenas notas del colegio, más me amaba mi padre. Y aquí está mi novio que me gustaba, y al cual yo pensaba que amaba, diciéndome que me amaba mucho. Bien, yo necesitaba ese amor. Y si la condición para conservar ese amor era tener relación sexual con él, me di cuenta que no tenía escapatoria. No deseaba perder mi virginidad, pero tampoco deseaba perder al hombre que amaba. Así que finalmente cedí.

Después me sentí sumamente culpable. Recuerdo co­mo sollozaba en mi cama por las noches, después de ha­ber estado con él. ¡Cuánto deseaba poder recuperar mi virginidad! Pero ella se había ido, para siempre. Mi estima propia por cierto que no mejoró; por el contra­rio, se puso peor. Y necesitaba el amor de mi novio más que nunca. Empecé a sentirme muy solitaria por dentro, y no tenía a nadie a quien acudir. No a mi padre, con to­da seguridad, porque el me hubiera «odiado» si se hu­biera enterado de lo que yo había hecho.

Después de dos años rompí con mi novio, pero encontré otro enseguida. Con él hice lo mismo que había hecho con el primero. Y luego, con otro más. ¿Estaba yo más segura de mí misma? No, yo era un títere en las manos de cual­quier hombre, porque buscaba desesperadamente a alguien que me amara incondicionalmente. ¿No es esto una ironía? La única cosa que yo buscaba, amor incondicional, siempre se me ofrecía con una con­dición: «Si me amas, tienes que hacerlo».

A la edad de 21 años hallé ese amor incondicional. Jesucristo. Él me amó aunque yo era una pecadora, y El murió por mis pecados en la cruz para que yo pudiera lle­gar a ser hija Suya, y El pudiera ser mi Padre. El me aceptó tal cual era.

(CONTINÚA…)

Extracto del libro “Lo Que Deseo Que Mis Padres Sepan Acerca de mi Sexualidad”

Por Josh McDowell

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