La adolescencia es un período de la vida de intensos sentimientos y confusión. Es durante este período que los adolescentes buscan cualquier información sobre sexo que puedan obtener. Desafortunadamente, mucha de la infor­mación que obtienen es pornográfica en naturaleza, o abo­ga por el «sexo seguro» usando anticonceptivos. No hay mucha información que valga la pena, según yo he visto, para orientar a nuestros jóvenes en la dirección correcta. Aun en muchos hogares cristianos hablar de sexo es cues­tión de fruncir el ceño. Entonces nos volvemos a otras fuentes de información, tal como las conversaciones en la calle, donde sólo una parcial y distorsionada versión del sexo se nos puede dar. Aun cuando en mi iglesia, en el grupo de jóvenes hablamos acerca del problema sexual, la discusión nunca llega al punto que más necesitamos: ¿Qué es lo que el Señor desea de mí?

En la actualidad usted ve a menudo a un adolescente sorprendido en sexo prematrimonial, a causa del impacto que sus padres han hecho en él. Lo que quiero decir es que muchas veces los padres no se toman el tiempo nece­sario para sentarse con sus hijos y hablar francamente acer­ca del problema. Muchas veces el chico o chica tiene que aventurarse por sí solo, porque no se le ha hablado clara­mente de las consecuencias. Cuando los padres hablan con su hijo, o hija, lo hacen en un tono duro, —¡MEJOR QUE TU NO…!!!, y así dejan que el adolescente se envuelva en sexo como un acto de rebelión.

Las iglesias contemporáneas están dedicando muy po­quito tiempo para enseñar a sus jóvenes que el sexo antes del matrimonio es pecado. Y los padres sienten que han perdido contacto con sus hijos, y por lo tanto abandonan la idea de enseñarles acerca del sexo. Así que, ¿cómo van los chicos y chicas a formar sus creencias en la materia? ¡haciéndolo!, y después que han probado tan «gran» ex­periencia, ¿cómo podría ser mala? Así desarrollan ellos una falsa creencia.

Algunas de las razones para dar educación sexual son la falla de los padres para hacerlo y su falta de capacidad.

Debido a que los padres ven la cosa como muy engorro­sa, o dedican muy poco tiempo a la enseñanza, a menudo los jóvenes no aprenden, o aprenden mal los hechos con­cernientes al sexo prematrimonial. Muchos padres pre­fieren que sus hijos reciban en la escuela la educación se­xual; pero como artículos en las revistas Time y Newsweek lo hacen notar, otros muchos padres se oponen a tal edu­cación. Ellos creen que la educación sexual debe darse en el hogar. Pero mis padres no lo hicieron.

Muchos padres toman las mismas actitudes que los maestros de escuela primaria, respecto al sexo. Para ellos describir las relaciones sexuales es difícil y embarazoso. En consecuencias muchos padres inventan respuestas pa­ra las preguntas de sus hijos. La más popular de ellas es, ‘ ‘a los chicos los trae la cigüeña.» Creo que esto está mal, porque es una forma de mentira y puede causar proble­mas años más tarde. La amiga que mencioné antes, su ma­má le dijo que los besos causaban el embarazo. Porque se le dijo esto cuando niña, creció con ese falso concep­to, y todavía, cuando estaba en el segundo año de la se­cundaria, ignoraba todo acerca del sexo.

Todos los adolescentes deberían ser bien informados acerca de la virginidad y la santidad del sexo. La escuela secundaria de mi iglesia no ofrece clases sobre educación sexual, porque creen que eso es asunto del hogar y de los padres. ¿Qué si los padres fallan en tomar esta responsa­bilidad? Los adolescentes son curiosos, y su ignorancia, debido a la falta de responsabilidad de los adultos, puede llevarlos a practicar sexo prematrimonial. El adolescen­te, varón o mujer, es responsable de sus acciones. Pero, ¿es enteramente culpa de ellos si caen en sexo prematri­monial cuando no han sido enseñados ni advertidos? No lo es. Parte de la responsabilidad debe sobrecaer sobre aquellos que fueron negligentes en informarle.

La única cosa que los adolescentes saben bien es la que aprenden en los baños y pasillos de la escuela. Como los padres no enseñan nada en sus hogares con respecto al sexo, los chicos lo aprenden de la manera más grosera, en la calle y en la escuela. Los adolescentes que se en­vuelven en sexo prematrimonial, acusan a sus padres en sus corazones. En verdad es la falta de los padres, por­que debieron abrir los ojos de sus hijos con respecto al sexo. Cuando los padres evaden el asunto, dejan a los ado­lescentes más curiosos todavía. Y entonces tratan de apren­der por sí mismos.

 Una encuesta que se realizó entre 1,000 adolescentes reveló que habían obtenido información sexual en las si­guientes maneras:

  • Sólo un 32 por ciento de las chicas, y un 15 por ciento de los jóvenes fueron informados por sus padres.
  • 53 por ciento de los muchachos y 42 por ciento de las chicas la obtuvieron de amigos de la misma edad.
  • Un 15 por ciento coleccionó información de varias fuentes.
  • Un 56 por ciento adquirió conocimiento sexual entre el sexto y noveno grados, y un 18 por ciento antes del quinto.
  • Un 88 por ciento de esos jóvenes pensaban que ellos necesitaban más información acerca del sexo, de la que habían recibido de sus padres.

 Un problema que parece virtualmente inevitable es ese sentimiento que tienen los adolescentes que algo así no puede ocurrirles a ellos. Puede ser que no, que no pase nada, pero, ¿qué garantía hay de ello? Una adecuada edu­cación sexual por parte de los padres podría ayudar a chi­cos y chicas a hacer la decisión correcta en cuanto al se­xo prematrimonial. Aunque esto es una buena idea, mu­chos padres se sienten desconcertados ante el solo pensa­miento de hablar de sexo con sus hijos. Prefieren comprar un libro sobre la materia y ponerlo en sus manos para que lo lean. Pero ese libro va a parar al estante y nunca lo lee. Todo el conocimiento que el adolescente recibe tiene una influencia negativa en él. Súbitamente, siente la ur­gencia de probar todo lo que sabe.

 Extracto del libro “Lo Que Deseo Que Mis Padres Sepan Acerca de mi Sexualidad”.

Por Josh McDowell.

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