Los proverbios enfatizan el valor de la sabiduría y la importancia de la corrección. El padre de Proverbios esencialmente le dice a su hijo, «Si vas a obtener algo en la vida, obtén sabiduría. Es más valiosa de lo que puedes imaginar». Similarmente se enfatiza la importancia de escuchar y someterse a la corrección. Proverbios llega inclusive a decir, «el que aborrece la corrección es necio» (Prov. 12:1). Estos son los énfasis que revelan el corazón de los adolescentes (¡y el de sus padres!). La mayoría de los adolescentes sencillamente no tienen hambre de sabiduría. De hecho, la mayoría de ellos piensan que son más sabios de lo que son en realidad, y equivocadamente creen que sus padres tienen poco entendimiento práctico para ofrecer. Tienden a pensar que sus padres «no los comprenden en verdad» o que están «fuera de onda». No obstante, la mayoría de los adolescentes carecen grandemente de sabiduría y necesitan desesperadamente corrección amorosa, bíblica y fiel.

La mayoría de los adolescentes no entran al cuarto familiar y dicen, «Sabes papá, estaba pensando cuán sabio eres, y qué bueno es que Dios que haya puesto en mi vida para que también obtenga sabiduría. Así que pensé venir aquí y hablar contigo por un tiempo para absorber toda la sabiduría que tanto tú como yo sabemos que necesito desesperadamente». ¡No! Esto no ocurre. Los adolescentes no tienden a suplicar para recibir sabiduría. No obstante, no podemos darnos por vencidos y permitir que ellos establezcan el plan para nuestra relación con ellos.

Pregúntate, ¿Le respondo a mi adolescente en maneras que hagan que la sabiduría sea atractiva? ¿Hago que el sabor de la corrección sea dulce? Veo a padres hacer de la corrección algo amargo cuando golpean a sus hijos con palabras degradantes. Haz que la sabiduría sea atractiva. Haz que la corrección sea algo deseable. No permitas que tus temores causen que trates de producir con control humano lo que sólo Dios puede producir por medio de su gracia.

Conquista a tu hijo para la sabiduría. Se un vendedor de sabiduría. No lograrás esto con confrontaciones desagradables y acaloradas, ni con feas luchas verbales de poder. En tales momentos no se imparte sabiduría. Si golpeas a tu hijo con una lluvia de balas verbales, correrán a refugiarse o comenzarán a disparar también. Aquí hay una buena regla: lidia contigo mismo antes de lidiar con tu adolescente (Mat. 7:3-5). Algunas veces comienzo una conversación con alguno de mis hijos y noto a mi esposa, que está detrás de mi hijo, agitando las manos para que yo la vea. Ella no está dirigiendo un avión hacia el hangar. Lo que está diciendo es que yo no estoy listo para tener esa plática. Necesito tiempo para prepararme considerando los asuntos bíblicamente, discutiéndolos con mi esposa, y orando por mi hijo y por mi mismo. Al terminar de hacer todo esto, ya estoy en un marco mental completamente diferente y por lo tanto, estoy más preparado para funcionar como un instrumento de cambio ordenado por Dios.

Después de prepararte, habla con tu adolescente en el lugar correcto en el momento correcto. Ve a un cuarto tranquilo de la casa, preferentemente la habitación del adolescente en la que se encuentra cómodo. No fuerces estos momentos importantes de sabiduría y corrección entre los momentos ocupados de tu día. No hagas esto a la carrera. No lo hagas enfrente de otras personas o cuando estás corriendo hacia tu automóvil para ir a la escuela o a la Iglesia. Separa el tiempo, y al hacerlo di, «Eres importante y lo que Dios dice es importante, por lo tanto estoy dispuesto a invertir el tiempo necesario para ser su instrumento de corrección». Recuerda, dar sabiduría no es golpear en la cabeza a tu adolescente con palabras. Es poner una guirnalda de amor alrededor de su cuello. Es darle la joya más valiosa del mundo. Es oro del bolsillo de Dios para sus manos. Esto es radicalmente diferente a la manera como los adolescentes tienden a pensar acerca de la sabiduría y la corrección. No confirmes su perspectiva de las cosas, ni permitas que tu pecado le robe a estos momentos su valor y belleza.

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