La Biblia nos alienta al final del Antiguo Testamento con una hermosa promesa: Estoy por enviarles al profeta Elías antes que llegue el día del Señor, día grande y terrible. Él hará que los padres se reconcilien con sus hijos y los hijos con sus padres, y así no vendré a herir la tierra con destrucción total (Malaquías 4:5-6).

Algunos estudiosos dicen que esta profecía se cumplió con la venida de Juan el Bautista, el postrer Elías. Pero otros hablan de profecías de doble y triple referencia, y yo creo que este es uno de esos casos. En lo que a mí respecta, la tomo como Palabra de Dios siempre vigente y aplicable a las necesidades de la humanidad. Dios restaurará las relaciones rotas de padres e hijos. Él curará toda herida y sanará nuestra tierra.

3. Debemos declarar La Palabra de Dios sobre ellos. Aunque en momentos de enojo o decepción nos resulte difícil, tenemos que bendecirlos y no maldecirlos. Oremos declarando textos bíblicos y mejor aun, si Dios nos ha hablado alguna palabra en particular con respecto a su futuro, recordémosla y reclamémosla en oración. Tengamos presente que “Dios no es un simple mortal para mentir y cambiar de parecer. ¿Acaso no cumple lo que promete ni lleva a cabo lo que dice?” (Números 23:19).

A menudo es útil que declaremos en alta voz sus promesas para nuestras propias vidas como padres. La Palabra está llena de aliento para todos, pero tal vez tengas algún texto favorito. A mí me gusta ese que dice: “Y este será mi pacto con ellos, dijo Jehová: El Espíritu mío que está sobre ti, y las palabras que puse sobre tu boca, no faltarán de la boca de tus hijos, ni de la boca de los hijos de tus hijos, dijo Jehová, desde ahora y para siempre” (Isaías 59:21 RVR60). Me gusta porque habla de un pacto, y Dios no anda por ahí quebrando pactos sino que, más tarde o más temprano, los cumple más allá de lo que creemos o entendemos, según su poder.

4. Orar con otras madres y padres, puede resultar muy útil. Otras personas que estén en la misma situación o que hayan estado allí sabrán lo que se siente, podrán compartir experiencias y sabiduría. Además, todos sabemos del poder que hay en el acuerdo; por algo el Señor mismo dijo que “si dos de ustedes en la tierra se ponen de acuerdo sobre cualquier cosa que pidan, les será concedida por mi Padre que está en el cielo” (Mateo 18:19). Sin embargo, no es necesario que debamos contarles a nuestros socios de oración todo el problema con lujo de detalles. Bastará con darles una orientación y pedirles oración específica, porque si son personas maduras sabrán comprender.

Desde luego, a veces precisamos hablar con alguien acerca de nuestros temores más íntimos respecto a nuestros hijos, pero conviene hacerlo con uno o dos confidentes y no ventilar demasiado la intimidad familiar. Recuerda que es necesario resguardar a tu hijo, no querrás que esté en boca de todo el mundo, bajo pretexto de oración. Ese es un error que los hijos difícilmente nos perdonan.

Extracto del libro “Tribus Urbanas”

Por María José Hooft

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