La Iglesia ha dejado de producir héroes hace mucho tiempo. La mayoría de nuestros líderes, son líderes de la Iglesia, no de la cultura. Como Iglesia hemos perdido el lugar de liderazgo que deberíamos tener. No estamos produciendo líderes estratégicos para cambiar nuestra cultura. Héroe no es ser popular.

1. No Hay Más Héroes en América Latina.

Los mercadólogos y publicistas predijeron a principios de la década de los noventa, que los adolescentes y los jóvenes pronto se quedarían sin héroes. Los sociólogos ahora, a principios del siglo XXI, nos dicen que en la sociedad se han acabado los héroes. Este profundo cambio cultu­ral no ha venido únicamente a causa de una actitud diferente en la juventud. A los líderes, pastores y artistas cristia­nos, nos gusta pensar que somos los héroes de la juventud cristiana, y tal vez lo somos en términos muy limitados y locales. Déjame explicar. En nuestros ministerios o iglesias, la imagen del líder o del pastor es importante. Y cier­tamente es importante para los jóvenes en ese contexto local. Los jóvenes ciertamente aprecian la forma en que sus líderes no solo tienen la capacidad de inspirarlos, sino tam­bién aprecian el hecho que sus líderes son un ejemplo diferente a los que están acostumbrados en los medios masivos de comunicación. Esto los hace héroes en la mente de la juventud cristiana. Sin embargo, a nivel general de la sociedad, se han acabado los héroes.

2. Héroes de Cabotaje.

En la Iglesia tenemos personas de alta moral e integridad. Celebridades, líde­res, pastores, etc., que marcan camino para el movimiento cristiano latinoa­mericano. Pero ¿cuántos de estos son en realidad una inspiración heroica no solo para nuestros jóvenes cristianos, sino para la sociedad en general? Hago esta pregunta porque creo que hemos hecho una subcultura de héroes. Vemos a nues­tros pastores y líde­res en la plataforma, vemos a los cantan­tes y predicadores, y pensamos que el impacto que tienen en nuestra vida indi­vidual, y la impre­sión que nos causan a nosotros, es la misma que causan en la cultura en general. Y cuando nos damos cuenta que la sociedad no cris­tiana ni los conoce, ponemos caras de curas sorprendidos ante la ignorancia religiosa.

La verdad es que investimos a estos grandes hombres y mujeres de Dios con títulos y posiciones que pensamos son de importancia, pero cuando se juz­gan a nivel de la sociedad en general no llegan a la marca. No porque no sean «buenos», no porque no sean de Dios, sino porque su ministerio no tras­ciende las fronteras de nuestra subcul­tura cristiana. No salta las adornadas paredes de nuestros templos ni pasa de la tarima donde están nuestros héroes musicales y los predicadores que nos entretienen. Hay un gran vacío en la sociedad. Hay una necesidad de hombres y mujeres cristianos que se levanten como luminares morales alumbrando el camino, no solo de la Iglesia cristia­na, sino de toda una nación, de todo un continente.

Creemos que porque nos conocen en otros países y porque leen nuestros libros, porque nos ven en la televisión cristiana o porque nos escuchan en la radio cristiana, eso nos hace populares. Creo que es cuestión de cifras: hagamos un recuento exacto de las personas que realmente afectamos con nuestro «popular ministerio», ahora pongamos esa cifra en contraposición a los 150-200 millones de jóvenes que actualmente hay en Latinoamérica. ¿Qué porcentaje es al que realmente influenciamos? No es acerca de popularidad, es acerca de influencia. Héroe no es el que solo es popular, es el que es de inspiración y de influencia. Entonces, aunque no tengo cifras exactas, lo más probable es que los líderes y ministerios que son altamente «populares» sean de influencia siempre al mismo grupo de personas: los cristianos.

(CONTINÚA…)

Por Júnior Zapata

Tomado de revista Edición G

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