Visité una iglesia en la que encontré un hermoso y variado grupo de adolescentes y jóvenes. Se habían sentado al fondo del salón, separados de los adultos que estaban adelante, pero participaban de la reunión con interés. Algunos lucían crestas de colores en sus cabelleras, otros el cabello largo y otros, corto. Abundaban los cinturones y las pulseras metálicas, las zapatillas y las remeras negras. En fin, se podía observar una variada colección de moda adolescente. Inclusive estaban aquellos chicos y chicas que lucían remeras y pantalones que usted o yo nos animaríamos a usar.

Se notaba que eran amigos entre sí pues al terminar la reunión conversaban muy entusiasmados. Era evidente que se sentían cómodos en esa iglesia, de lo contrario no hubieran estado allí. ¿Cómo habían llegado a esa iglesia? ¿Por qué estaban cómodos allí? ¿Qué es lo que lleva a los adolescentes a “huir despavoridos” de algunas iglesias y a integrarse a otras? ¿Cómo era posible que adolescentes que manifestaban tanta diversidad, conformaran un grupo? ¿A qué culturas adolescentes pertenecían? ¿Eran adolescentes cristianos dispuestos a vivir de acuerdo con los valores del reino de Dios?

Al finalizar el culto me acerqué para entrevistarlos pues sé que los adolescentes cambian tanto, que los libros que hablan sobre ellos pronto quedan desactualizados y es imprescindible dialogar con ellos para entenderlos y aprender de ellos. Les dije que quería conocer sobre sus culturas. Una sonrisa les iluminó el rostro y comenzaron a hablar de sus vidas, de sus dolores, de sus proyectos y del camino recorrido hasta llegar a encontrarse con Cristo y congregarse en esa iglesia. Esos chicos y chicas “la tenían clara”. Vivían un cristianismo sin molde, fresco, auténtico y contagioso.

Tan contagioso que cada vez había más adolescentes en ese grupo. En ese grupo había chicos y chicas que en la calle no hubieran conversado entre sí, pues pertenecían a tribus enemigas. Más aún, un muchacho punk estaba de novio con una chica heavy metal. Según me dijeron, habían estado “en la pesada” hasta que tuvieron un encuentro con Cristo y comenzaron a cambiar profundamente. Mientras conversaba con esta pareja, se acercó un adolescente vestido según la moda general y me dijeron que era new metal y que los heavy metal y los new metal no se llevan bien, pero que ellos eran amigos.

Contabilicé en esa iglesia adolescentes que pertenecían a 5 tribus urbanas distintas y adolescentes que no pertenecían a ninguna tribu. Mi asombro aumentaba cada vez más, pero antes de relatarles cómo terminó la entrevista, me parece necesario aclarar algunos conceptos importantes. ¿Por qué hablamos de culturas adolescentes? ¿Qué son las tribus urbanas?

Las Culturas Adolescentes.

Los adolescentes no son todos iguales pese a que con frecuencia hablamos de la adolescencia como si hubiera una única y universal manera de ser adolescente. La adolescencia comienza con los cambios biológicos que determinan la maduración física y sexual, sin embargo cómo se desarrolla, cuándo termina y qué significado adquiere esta etapa de vida, depende en gran medida del contexto sociocultural en que se vive. Los adolescentes representan, producen y comunican distintas “culturas adolescentes”.

La cultura es el conjunto de conocimientos, valores, prácticas, creencias, artefactos que se adquieren por vivir en determinado contexto social, que configura una trama de significados compartidos desde la cual nos comunicamos. Las culturas adolescentes son las distintas maneras en que ellos expresan colectivamente sus experiencias sociales construyendo estilos de vida distintivos que se manifiestan en especial en el tiempo libre o en espacios específicos que generan en distintas instituciones o lugares.

Según los sectores sociales de los que provengan, que dependen de la familia de origen, del barrio, de las escuelas, las iglesias, los clubes, las amistades y otras instituciones o redes sociales, los adolescentes adquieren distintos valores, expectativas y normas de conducta con los que construyen estilos de vida propios.

(CONTINÚA…)

Por Lic. Ana R. Somoza

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