Es un doble desafío:

Transcultural porque es necesario atravesar las barreras que nos detienen para salir de nuestras culturas y alcanzar a quienes están en otras. Para ello, tal como hablamos en el primer capítulo, es necesario que en algunos casos el misionero urbano adopte características de la cultura a la que desea afectar, sepa cómo piensan, cómo viven y qué sienten—en este caso—los jóvenes de las tribus urbanas. El primer concepto ha sido anteriormente explicado, ahora pasemos al segundo.

Transgeneracional porque es una obra que comienza con la actitud y la bendición de los mayores, los que recorrieron el camino anteriormente y abarca hasta la generación presente, incluso a los más pequeños.

Dios es un Dios intergeneracional. En varias ocasiones se refirió a sí mismo como el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y de Jacob. Dios tuvo y sostuvo el pacto con Abraham por y a través de muchas generaciones. Llevó sus planes a la completitud pasando por sus vidas y obrando con cada uno de una manera distinta, pero sin deformar el propósito original. Y en ese propósito sabio, cada una de las generaciones tuvo su rol y su misión en el contexto.

“La iglesia moderna debe redescubrir la mentalidad de pensar en generaciones”, dice Jim Goll. Según él, debe producirse una transferencia intergeneracional para que el Evangelio pueda correr, ya que “lo único que se necesita para perder todo es que una generación no transfiera sus creencias y principios a la siguiente”. Pero no siempre resulta sencillo, ya que con la brecha generacional vienen acarreados problemas de falta de comprensión mutua.

Con referencia al tatuaje, por ejemplo, y a otras modas culturales actuales, los que hoy son adolescentes y jóvenes, son una generación que lucha y se preocupa constantemente por dar explicaciones a sus mayores. Por ejemplo, estuve viendo una explicación apologética muy detallada y bastante coherente sobre La Biblia y los tatuajes, confeccionada por un joven que se había tomado el trabajo de investigar diversas fuentes y versiones bíblicas que atenúen el furor de los más conservadores hacia su práctica. Y al tener que justificarse todo el tiempo por lo que hacen (no solo con respecto a tatuarse sino también cambiarse el color del pelo, ponerse aros, vestirse de determinada manera, etc.), gastan las energías que podrían estar utilizando en evangelizar con libertad a los que no conocen a Cristo y se pierden en el infierno, con esa frescura y esa pasión que ahora tienen.

Orando en la presencia de Dios, pude comprender que mi generación (los de más de 35 años y menos de 50) debíamos funcionar como una especie de paraguas, para no permitir que la carga de prejuicios de los mayores, que lógica y normalmente no entienden los códigos de la nueva generación y la forma de obrar de Dios con ellos en estos tiempos, los agobie. Digo que esos prejuicios o estructuras mentales son lógicos y son normales, porque puedo entender la dificultad de tener que adaptar la teología de modo que estos nuevos procedimientos encajen con los viejos. Imagino perfectamente la tensión entre la sensación de estar violando La Palabra de Dios para aceptar las prácticas modernas, y el sentimiento de que todo lo que ellos defendieron se desmorona en las nuevas generaciones y que tienden a perderse los estándares morales.

Por eso el rol de esta “generación bisagra”, la mía, es tan vital. Porque estamos parados en el medio y, si cumplimos nuestro papel adecuadamente, de ese modo podemos entender y mediar entre los unos y los otros. Podemos ser el canal que decodifique y transmita los mensajes de ida y vuelta. Tenemos el potencial de ser los “Isaacs” para los “Abrahams” y los “Jacobs”, el eslabón para que la cadena del pacto no se corte.

“Los liberarán de la culpa y los liberarán de la carga de tener que dar explicaciones. Les impartirán enseñanza y los soltarán al mundo a que hagan lo suyo”, me dijo en una ocasión el Señor. Qué responsabilidad la nuestra! Qué gran privilegio ser el eslabón entre los próceres del evangelio, lo que fundaron la obra con sangre y lágrimas, y aquellos que sacudirán la Tierra en los tiempos finales!

Jacob: ¿Estás dispuesto a llevar con reverencia, sin importar tu apariencia externa, la causa que otros sostuvieron con sufrimiento y entrega? ¿Estás dispuesto a llevar una vida extrema y radical, pero no por ello menos seria, para completar apasionadamente la obra que Él he comenzado?

Abraham: ¿Creés en esta nueva generación, aunque haya cosas que no entiendas y no compartas? ¿Creés que van a terminar lo que vos empezaste y que lo van a hacer bien? ¿Creés que podrán levantar el Nombre dignamente? ¿Apostás por ellos?

Y vos, Isaac, seguí trabajando ahí en el medio. Desde tu lugar preferencial vas a ver una panorámica y vas a oír en estéreo una de las más grandes maravillas que Dios está por hacer en estos días finales.

Extracto del libro Tribus Urbanas

Por María J. Hooft

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