El punto central es que cada relación auténtica debe navegar por estas etapas:

A. Pseudo-relación.

Estas son las relaciones que tenemos con los jóvenes que vemos únicamente tres o cuatro veces al mes en la iglesia. Es suficientemente agradable, pero no hay mucho en ellas. Las pseudo-relaciones carecen de profundidad.

B. Caos.

La etapa del caos asusta. En ella, vamos más allá de la superficie para hablar acerca de nuestros verdaderos sentimientos, lo que nos gusta y lo que no nos gusta, lo bueno y lo malo. Es la fase en la que casi de forma garantizada entraremos con un grupo de jóvenes en una van durante un tour del coro de una semana. Vamos a sufrir. Ellos van a quejarse. El caos no es divertido, pero despues de un tiempo, todas las relaciones van a entrar en algún nivel de caos. Es un paso necesario para tener relaciones saludables.

C. Vacío.

En la etapa del vacío, nos damos cuenta de que tenemos lo necesario para construir relaciones saludables. Es la habilidad de vaciarnos de nuestra necesidad para cambiar a otra persona. El vacío dice que tú no tienes que cambiarme para que yo te acepte. Cuando nos vaciamos de nuestra compulsiva necesidad de cambiar a aquel miembro del grupo que nos enfurece, por ejemplo, trascendemos del caos y creamos una oportunidad para una relación genuina. Esa es la etapa final.
El vacío sirve como puente a una relación que permite que dos personas se sientan lo suficientemente seguras para ser ellas mismas, para ser vulnerables y saber que son aceptadas. Sin cerrarse, sin máscaras. Simplemente cuidado y aceptación genuinos.

2. Quién eres es más importante que lo que haces.
¿Qué puedes hacer para construir relaciones genuinas con tus jóvenes?

Para ser sincero, la respuesta es, «no mucho». No puedes hacer gran cosa para cultivar sanas relaciones. Las técnicas no funcionan. Las relaciones reales emanan de quiénes somos. Así que concéntrate en la clase de persona que eres, en las relaciones, en vez de pensar en lo que haces.

A. Sé alguien con quien los jóvenes pueden compartir sus sentimientos con libertad. Una relación cercana está construida en el sentimiento de seguridad. Si los jóvenes no se sienten seguros contigo, no hay esperanza de que se abran. Pero una vez eres la persona en quién ellos pueden confiar, sus sentimientos fluirán libremente.

B. Sé alguien con quien los jóvenes pueden compartir sus preocupaciones y ansiedades. Muchos jóvenes andan cargando preocupaciones secretas y problemáticas que casi no lo mencionan a nadie. Escucha cuidadosamente para encontrar qué cosas les preocupan.

C. Sé alguien que tus jóvenes pueden alcanzar. Cuando las escalas relacionales no tienen balance –cuando una persona está siempre recibiendo y la otra está siempre dando- ambas personas eventualmente se sentirán engañadas. En las relaciones saludables, las personas satisfacen las necesidades de los demás. Así que, permite que los jóvenes con quienes trabajas cuiden de ti mientras tú cuidas de ellos.

D. Sé alguien que ayudará a los jóvenes. En las relaciones fructíferas, las personas no solamente comparten intimidades, también se ayudan mutuamente. Algunas veces esa ayuda viene en formas tangibles –llevar a alguien a un partido, por ejemplo. Y a veces sucede en forma de seguridad antes de que tomen un examen por el que han estado estudiando fuerte. El punto es que debes ayudarles porque quieres hacerlo, no porque tienes que hacerlo.

E. Sé alguien que les dirá a los jóvenes que ellos importan. En el corazón de cada relación saludable está la seguridad que viene de saber que uno le importa profundamente a otra persona. Todos nosotros necesitamos ser afirmados en nuestro propio valor, y los jóvenes se van a apoyar en aquellos que valoren quién ellos son.

Por Les Parrott

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