El mentor debe orar por el crecimiento espiritual del joven a su cargo para que tenga hambre y sed de conocer al Señor, para que Dios proteja su vida, para que cambie aquello que debe cambiar y para que llegue a la madurez en Cristo Jesús.

Te sugerimos un ejercicio que te será de gran utilidad: lee los siguientes pasajes y anota aquellos puntos por los que Pablo intercedía en favor de sus discípulos.

Ser amigo

Volvemos a repetir que el mentor debe ser alguien emocionalmente significativo para el joven, alguien que haya desarrollado una relación de amistad con él. Precisamente será esa amistad la que le permitirá influir espiritualmente en su vida.

El mentor debe amar al joven. Recuerda que, según la Biblia, el amor no es un mero sentimiento, sino ante todo un acto voluntario de buscar el bien de la persona amada. Dios amó y por eso entregó (acción) a su único Hijo. (No te preocupes, somos conscientes de que ya hemos desarrollado el tema ampliamente, no vamos a insistir más en ello).

Cuando las personas se sienten amadas y aceptadas incondicionalmente, muestran su auténtico yo y permiten que las ayudemos. Como el amor es un acto de la voluntad y no un sentimiento, todo mentor debe amar a la persona que acompaña espiritualmente, ya que su meta es buscar su bien. Cuando oremos por ella, Dios nos dará la capacidad de que la miremos con sus ojos compasivos y llenos de amor.

El amor es una herramienta básica en todo proceso de acompañamiento espiritual. Sin duda, es nuestro mejor y más eficaz recurso, además de la oración. La Biblia nos enseña que nosotros amamos a Dios porque Él nos amó primero. Seamos sinceros, nuestro amor hacia Dios no es espontáneo. Nace en respuesta a lo que él hizo por nosotros. De la misma manera, el joven sabrá que Dios lo ama y que tiene un interés real y genuino por él, a través de nuestro amor incondicional.

Cuando amamos y aceptamos al joven, le estamos mostrando de forma práctica, real y tangible el amor e interés personal de Dios por su vida.

Ser pastor

El mentor se siente responsable ante Dios por el bienestar espiritual de la persona a la que está acompañando espiritualmente. La tarea de un pastor es guiar, proteger, animar, corregir, conducir por el camino correcto y proveer el alimento espiritual necesario. Salmos 23 nos da una clara imagen acerca de la tarea del pastor. Jesús nos dice en el evangelio que el buen pastor da su vida por sus ovejas. Evidentemente, no se espera de nosotros tal sacrificio, pero sí que nos entreguemos con sinceridad para procurar el bienestar espiritual del joven, lo que en ocasiones puede resultar costoso.

Ser maestro

El mentor tiene el privilegio de enseñar y guiar al joven a que descubra las verdades de la palabra de Dios. Le enseñará todo aquello que previamente ha puesto en práctica en su vida personal, o está en proceso de poner en práctica. No solo lo ayudará a conocer las Escrituras, sino también a entenderlas y aplicarlas a su vida cotidiana. No solo le enseñará los principios espirituales a través de las lecciones, sino también y, fundamentalmente, a través de su ejemplo.

Ser modelo

El mentor es un modelo para el joven, no de perfección sino de coherencia. No existen modelos perfectos porque no existen personas perfectas. Un joven es lo suficientemente inteligente como para entender que no puede esperar mentores perfectos. De todos modos, tiene el derecho de contar con un mentor coherente y sincero. Coherente es aquel en quien no hay contradicción entre lo que hace y lo que dice. Sincero es aquel que se muestra tal como es.

El mentor debe esforzarse por vivir y poner en práctica aquello que desea transmitirle al joven que está a su cargo. Eso constituye un reto y a la vez un aliciente para que el mentor progrese en su vida espiritual.

Ser un contrapeso

La función del contrapeso es compensar o equilibrar algo. El mentor es un contrapeso de la influencia de la sociedad sobre el joven. Debe trabajar activamente para ayudarlo a que no se amolde a la forma de vivir de esta sociedad. Para ello, debe estar dispuesto a hacerle preguntas difíciles, a plantearle problemas espinosos, a sacar a relucir temas prioritarios y a corregir cuando sea necesario, siempre dentro de un contexto de amor y aceptación total e incondicional.

Extracto del libro “Raíces”.

Por Félix Ortiz.

Lee Para Líderes – Las Responsabilidades del Mentor

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