¿De Qué se Trata?: La vida de intimidad con Dios como base fundamental para el liderazgo del ministerio juvenil

 

Una de las mayores inquietudes que tengo en mi vida es el alto intercambio de jóvenes trabajadores en los ministerios juveniles. Hay grandes probabilidades de que muchos de los líderes juveniles que están hoy en las iglesias, no estén en la misma iglesia dentro de dos años. Además, la mayoría de los voluntarios no estarán involucrados en los grupos juveniles el próximo año. La frustración es un resultado crónico en nuestra misión por llegar a la gente joven.

Creo que el alto porcentaje de deserción en el trabajo con los jóvenes se debe a una deficiente preparación personal para el ministerio juvenil. ¿Cómo podemos nosotros, los que hemos sido llamados para trabajar con jóvenes, prepararnos para ser más efectivos para la gran tarea?
Una vez escuché decir: «Los fuegos desatendidos se convierten nada más que en cenizas». Un joven involucrado en mi iglesia me dijo una vez: «No me puedo permitir tomarme el tiempo como para tener una vida con una devoción de calidad para con Dios». Y mi respuesta fue simple: «Tú no puedes permitirte no tener una vida con una devoción de calidad para con Dios».

La mayoría de los líderes cristianos cumplen con sus mejores ministerios después de llegar a los cuarenta años, o más. Ellos ya son maduros y han establecido los cimientos de su fe. Desdichadamente, muchos líderes juveniles nunca se convierten en ministros eficientes al llegar alrededor de los cuarenta años o siendo mayores, por su carencia de tiempo personal con Dios. Ellos se desvanecen antes de que Dios pueda usarlos de la mejor forma posible.

El consejo de Pablo a Timoteo fue «entrénate para ser piadoso» (1º Timoteo 4:7). Una vida disciplinada para la devoción no es una opción para el crecimiento espiritual, sino una necesidad. Como leí en las biografías de todos los grandes hombres y mujeres de Dios, hay un hilo conductor visible en todas las vidas: todos ellos se encontraron con Dios sobre una base diaria, personal y piadosa.

He leído muchas veces acerca de los corredores de maratón, y de cuando ellos «llegan al límite». Ellos experimentan dolor, náuseas, están exhaustos y, a veces, hasta pierden el control de sus necesidades básicas. Este año, después de un corto tiempo de entrenamiento sin entusiasmo, corrí mi primera maratón. A las 17 millas, ¡llegué al límite! Fue como si mi cuerpo hubiera dejado de trabajar. Después de la vertiginosa caminata de unas pocas millas, recuperé la suficiente energía como para finalizar el maratón y decirle a mi esposa que me hiciera recordar que nunca más debía intentar algo semejante otra vez, sin tener el entrenamiento apropiado. Muchos de nosotros, en nuestro ministerio, no nos tomamos el tiempo apropiado para tener una buena preparación para ejercer el ministerio y «llegamos al límite». Y dejamos el ministerio antes de que Dios pueda utilizarnos de la mejor manera.

Con las prioridades apropiadas, no debería haber excusas suficientemente fuertes como para sacarnos de un diario, disciplinado, y devoto tiempo con Dios. Yo no creo que la cantidad de tiempo sea tan importante como la regularidad. Nosotros, los cristianos, nos preguntamos por qué nos sentimos con tan poco poder y espiritualmente vacíos, cuando menos del 1% de aquellos que se llaman cristianos pasan treinta minutos diarios, o más, con Dios.

Por Jim Burms

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