Pero lo interesante son las características del hombre o del joven postmoderno. Conocerlas nos ayudará a entender mejor esta época y el por qué de las tribus urbanas en relación a ella. Otra vez Antonio Cruz analiza algunas de ellas, que yo elegí presentar en forma de “lluvia de ideas”.
- Estímulo de los sentidos.
- Narcisismo. Figura mitológica que mejor representa al postmoderno.
- Banalización de la realidad.
- Vagabundeo de ideas.
- Conciencia telespectadora.
- Sin sentido, liviandad.
- Desaparición de objetivos nobles.
- Extinción de los ideales.
- Desprecio por la abnegación y el sacrificio.
- Pasividad disfrazada de activismo.
- Relativismo que descompromete.
- Sentimentalismo al extremo (Homo-sentimentalis).
- Desobjetivación.
- Pensamiento débil, repudio de la razón.
- Hiperconformismo.
- Divinización de lo mediático.
- Descreimiento en las utopías políticas, despolitización.
- Pesimismo como regla.
- Anomia: ausencia de normas, el “todo vale”.
- Consumismo como felicidad inmediata.
- El ocio como cultura.
- Desencanto.
- Hedonismo que privilegia el placer personal.
- Destrucción de conductas sociales por el aislamiento.
- Protección de lo privado y destrucción de lo público.
- Sociedad adolescente.
- Homosexualidad de masa (lo andrógeno y lo hermafrodita seducen por igual).
- Culto al cuerpo (se lo mima, se lo complace, se lo adora).
- Amor rápido, apasionado pero fácil.
- Sexualidad egoísta, asociada a la genitalidad.
- Tendencia a la uniformidad y pérdida de identidad.
- Veneración de las celebridades, frivolidad.
- Comunicación hueca, superflua.
- Negación de la enfermedad y el sufrimiento.
- Conductas autodestructivas y suicidógenas.
- Supremacía de lo efímero, cambiante e inestable. Ejemplo: modas.
- Vacío existencial.
- Anorexia espiritual
Qué cóctel mortal! Sin dudas la postmodernidad nos presenta un reto ineludible. Al recorrer esta lista uno experimenta distintas sensaciones: sorpresa, curiosidad, asombro, pesadumbre, desánimo, por lo grande de la tarea que tenemos por delante aquellos que trabajamos con la juventud o los que, simplemente desde el lugar de padres, intentan educar en valores y conducir a sus hijos hacia una vida que honre a Dios.
Recuerdo aquella frase que alguien pusiera en boca del joven David en el episodio en que se ve enfrentado a Goliat con solo unas piedrecitas y una honda. Un pesimista hubiera dicho al pararse delante del gigante: “ Es demasiado grande para pegarle!”. Pero un optimista, uno lleno del Espíritu de Dios y que conoce su autoridad para la batalla, uno como David diría: “ Nooo! Es demasiado grande para errarle!”.
Extracto del libro Tribus Urbanas.
Por María J. Hooft.
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