¿Cómo llega uno a ser un obrero de la juventud? ¿Quién depende de Dios?

Muchos obreros de jóvenes con quienes hablo pueden sentirse ina­decuados con sus dones, su llamado al ministerio con la juventud y su desempeño como líderes. La esperanza en estas luchas se encuen­tra al concentrarse en Dios y su Palabra.

Respuesta 1: Reconozca el Poder de Dios a Través de la Humildad Personal.

Cuando mi orgullo me empujó a crear programas extravagan­tes, Dios me enseñó humildad. Mediante la experiencia que me es­trujó el corazón, reconocí que a fin de cuentas los programas no funcionan, es Dios. Dios no necesita un programa para obrar. Ni si­quiera me necesita a mí. Reconocer esto me hizo humilde cuando finalmente admití que mi parte en la obra de Dios es muy peque­ña. Cuando acontecen cosas buenas necesito reconocer que suce­den gracias al poder de Dios y no por mí.

Si usted es alguien que absorbe el crédito por el éxito, la humil­dad puede ser una cualidad extranjera. Quien se adueña del crédito por el éxito alcanzado, fácilmente pierde de vista el poder de Dios. Nunca planeo adueñarme del crédito que pertenece a la obra de Dios, pero a menudo me he visto haciendo un cambio sutil pensan­do que el ministerio con la juventud no es la obra de Dios, sino el re­sultado de mis habilidades y esfuerzos. Lamento admitirlo, pero muchas veces me he dado palmaditas por la espalda cuando fue Dios quien merecía el crédito. Tristemente, cuando las cosas iban mal no me consideré responsable. Casi sin excepción, si las cosas no salían bien imploraba que Dios reforzara «su» trabajo.

Cuando las vidas cambian, aumenta la asistencia y suceden co­sas buenas, necesitamos reconocer el poder de Dios, alabarlo y acre­ditárselo a él. Pablo dio este consejo en 1 Corintios 1:31: «Si al­guien ha de gloriarse, que se gloríe en el Señor».

Usted y yo no tenemos nada que ver con la transformación verdadera de una vida terrenal a una vida eterna, eso es obra de Dios. Podemos guiar a los estudiantes en una dirección correcta, y hasta podemos tener el pri­vilegio de ser embajadores de Dios, pero bajo ningún concepto de­bemos apropiarnos del crédito de Dios. Si nos jactamos, necesita­mos jactarnos acerca de Dios. Es sinceramente humillante pensar en el imponente privilegio y responsabilidad de ser usados por Dios.

Respuesta 2: Someta sus Habilidades a Dios y Permita que su Poder Obre a Través de lo que es Usted.

Cuando me sentí inadecuado como ministro de jóvenes y duda­ba de mi llamado, tuve que practicar la sumisión. Regularmente so­meto a Dios todo lo que soy y todo lo que tengo para ofrecer por­que no tengo el conocimiento, la energía natural ni la habilidad para relacionarme con los adolescentes como lo hacía hace veinte años. Cada semana, cuando estoy con los adolescentes, recuerdo que ya dejé de ser joven (soy de la edad de sus padres).

¿Alguna vez se ha sentido como un adulto aburrido? ¡Yo sí! Si los estudiantes me piden que los lleve de la iglesia a su casa, les con­testo: «Está bien, ¿pero te puedes sentar en el asiento del niño?» Es que tengo pañales y biberones por todas partes, y eso no es muy atractivo. Una vez que están en mi coche, empujan los botones pre-programados de las estaciones de radio pensando que encontrarán una estación de música. ¡No en mi coche! Escucho las noticias (lo más loco que escucho es la estación dedicada a llamadas telefóni­cas). Trato de mantenerme al día escuchando algo de su música. Alguna que otra vez, veo MTV hasta que termino con dolor de ca­beza por lo mucho que giran la cámara. No conozco las últimas bandas, y no me gusta que los estudiantes me hagan escuchar su música (principalmente porque no entiendo la letra).

Además de sentir que no estoy al día, tengo menos energía que antes. ¡Detesto pasar la noche en vela! No puedo salir con ellos siempre. Con toda sinceridad tengo que admitir que no tengo el mismo conjunto de habilidades que tenía hace una década. Ade­más, estoy aprendiendo que no es del todo malo.

(CONTINÚA…)

Extracto del libro “Ministerio de Jóvenes Con Propósito”

Por Doug Fields

Lee Me Siento Inadecuado 2

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