Estos puntos están muy ligados a los anteriores, pero los mencionamos de esta manera para que no quede ninguna duda al respeto.

Cuidar la propia vida espiritual

Jesús afirmó que ningún discípulo es más que su maestro. Estas palabras del Maestro por excelencia hacen referencia a que nadie puede hacer que una persona que está bajo su cuidado y guía llegue más allá del punto al que él mismo ha llegado. No podemos hablar de aquello que no vivimos. No podemos dar lo que no tenemos. No podemos guiar por caminos que no conocemos. Por lo tanto, el mentor tiene la responsabilidad de cuidar de su vida personal. ¿De qué manera?

Orar

El mentor debe cultivar el hábito de la oración. Esta debe ser una práctica en la que estén incluidas las diversas clases de oración: adoración, confesión, intercesión y gratitud. Debe orar por sí mismo y, de forma regular y sistemática, por el joven a su cargo.

Desarrollar una relación significativa con el joven a su cargo

No se puede desarrollar este tipo de relación sin invertir tiempo. El mentor debe estar dispuesto a invertir parte de su tiempo en el desarrollo espiritual del joven.

Los críticos y estudiosos de nuestra sociedad occidental comparten la idea de que el tiempo es el bien más preciado para la cultura de nuestra época. Sacrificar tiempo es sacrificar el bien más preciado. Para un mentor, la entrega sacrificada de su tiempo constituye una buena forma de medir su amor e interés por el joven a su cargo.

Un mentor debe reunirse como mínimo cada quince días con el joven.

Amarlo y aceptarlo incondicionalmente

Como amamos a nuestros jóvenes, debemos desear y buscar su bienestar espiritual. La prueba de nuestro amor es nuestra preocupación y carga por su crecimiento. Y nuestro compromiso será lo que haga esto posible, en la medida que esté a nuestro alcance.

Enseñar la Palabra

El mentor debe enseñar a la persona que está acompañando espiritualmente los principios de la palabra de Dios de forma sistemática y continua. Si la enseñanza formal se da en el contexto del grupo pequeño, el mentor puede aprovechar el tiempo personal para continuar tratando los temas que se consideren allí, especialmente en lo que hace a su aplicación a la vida cotidiana del joven.

Estar bajo supervisión

Todo mentor necesita supervisión. Es importante que se reúna de forma periódica con su líder para que él haga una evaluación de su trabajo de acompañamiento espiritual. Esta tiene varios propósitos:

  1. Ayudarnos a que nuestro objetivo siempre sea cumplir las funciones educativas del acompañamiento espiritual en el proceso de la pastoral juvenil.
  2. Proveernos estímulo, visión y motivación para continuar.
  3. Afrontar los posibles problemas o dificultades que puedan presentarse.
  4. Ayudarnos a mantener en todo momento la perspectiva correcta del trabajo de acompañamiento espiritual.
  5. Ayudarnos a mejorar nuestro ministerio.

Los peligros que enfrenta el mentor

El trabajo de mentor de una persona joven no está exento de peligros. Existen ciertas situaciones que debemos conocer para poder evitar. Sin embargo, si se presentan, debemos saber de qué manera tratar con ellas.

A continuación mencionaremos las más comunes:

El paternalismo

Ayudar a crecer a un joven puede resultar (y a menudo lo es) una experiencia tremendamente gratificante. Cuando comprobamos que Dios nos usa para producir un impacto en la vida de los adolescentes y los jóvenes, nuestra vida y nuestro ministerio adquieren otro sentido y significado. Nos damos cuenta de que somos útiles, de que podemos ayudar a los demás y que, a la vez, nosotros mismos estamos creciendo y madurando. También de que otras personas nos aceptan como sus líderes, apreciando y valorando la ayuda que les brindamos. Existe un reconocimiento de parte de ellos y, en muchas ocasiones también de sus padres, por todo el trabajo que estamos llevando a cabo.

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