El ámbito de la cultura actual, que promueve la doctrina de la igualdad social, no nos debe cegar al patrón bíblico de autoridad. Dios delega autoridad formal para lograr sus propósitos. En Éxodo 18 podemos apreciar que se habían establecido niveles de autoridad dentro del pueblo del Señor: Dios, Moisés, los jueces, el pueblo. En el Nuevo Testamento también notamos una estructura de autoridad: Dios, los apóstoles, los diáconos, la iglesia (Hechos 6).

La explicación acerca de la autoridad que hace el centurión romano en Mateo 8:7-9 nos ayuda a entenderla y además nos la muestra en acción. El centurión interpreta su autoridad como algo que le ha sido concedido por el gobierno romano, y por lo tanto tiene el derecho a ejercerla. También reconoce el poder que esa autoridad tiene sobre la gente que responde a ella. Debemos notar que Jesús no reprende ni corrige al centurión con respecto a su forma de entender la autoridad. De modo que existe un papel para la autoridad formal dentro de la iglesia.

Pero es importante que notemos que la perspectiva bíblica no concluye simplemente estableciendo niveles de autoridad, sino que también estipula claramente cuál es la manera en que los líderes cristianos deben ejercer esa autoridad. Las instrucciones y el ejemplo de Jesús al respecto son bien conocidos. Y Pedro lo explica en los versículos que usamos como patrón para el liderazgo en la pastoral juvenil:

Les ruego esto: cuiden como pastores el rebaño de Dios que está a su cargo, no por obligación ni por ambición de dinero, sino con afán de servir, como Dios quiere. No sean tiranos con los que están a su cuidado, sino sean ejemplos para el rebaño (1 Pedro 5:1-3).

Las personas que estamos bajo liderazgo debemos someternos a la autoridad que Dios delegó en nuestros líderes. Y los líderes debemos ganarnos el reconocimiento de nuestra autoridad por medio de servir a los demás con amor.

Aunque es cierto que la persona a la que se le ha conferido autoridad formal en una iglesia o ministerio con jóvenes tiene un recurso que le abre el camino para ejercer influencia sobre las vidas de los que están a su cargo, también resulta importante entender que la autoridad formal constituye solo el punto de partida del liderazgo. Recuerda que el líder espiritual también necesita ganarse el respeto de la gente, necesita tener un conocimiento profundo de lo que hace, necesita realizar una buena administración y desarrollar la habilidad de liderar. Finalmente, precisa tener la plenitud del Espíritu Santo. Todo esto resulta imprescindible si queremos llevar adelante un liderazgo espiritual.

La autoridad moral

La autoridad moral no depende de un puesto o un nombramiento, sino de las cualidades de la persona, de su carácter e integridad. La autoridad moral es el respeto que se logra por lo que uno es como persona. Se puede decir que se trata de una autoridad informal o interna. Algunos la llaman poder.

La autoridad formal se puede otorgar por decreto, pero la moral hay que ganársela. Un ejemplo típico es el de una organización en la que el jefe constituye la autoridad, pero su secretaria es la que detenta el «poder». Hay casos en los que el esposo tiene la autoridad y la esposa el poder, y otros en los que los padres tienen la autoridad y los hijos el poder.

La autoridad moral le permite a un líder ejercer una poderosa influencia sobre la gente, no porque tengan que obedecerlo sino porque lo respetan. Dado que esta autoridad no le es otorgada a nadie sino que cada uno debe ganársela, tampoco podemos quitarla, aunque la misma persona la puede perder.

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