Debemos saber que Jesús no es solo modelo para la pastoral juvenil, sino también para todo el trabajo educativo de la iglesia. Un simple análisis del modo en que Jesús planteaba la educación hace que surjan serias preguntas en la mente de cualquier creyente que se interese por el ministerio educativo de la iglesia. Por ese motivo, haremos una pausa para analizar la forma en que funciona el ministerio educativo en nuestras iglesias locales. (Seguramente habrás notado que muchos de los contenidos no se relacionan de forma exclusiva con la pastoral juvenil sino con todo el ministerio educativo de la iglesia local de la que ella forma parte). Intentaremos identificar los rasgos más sobresalientes del ministerio de enseñanza de nuestras comunidades, y señalaremos aquellos puntos que puedan considerarse como débiles.

Por tradición e historia, la tarea educativa que llevan a cabo las iglesias locales similares a la nuestra tiene ciertas características fácilmente identificables, como: la centralidad del culto, la rigidez del acercamiento educativo, la confusión entre forma y función, la enseñanza centrada en la transmisión de información, la utilización de un modelo educativo bastante alejado del modelo que Jesús usó, la falta de propósitos y objetivos claros y definidos para la tarea de enseñanza, y la falta de cuidado pastoral como parte del proceso educativo.

La centralidad del culto

Todas las manifestaciones educativas que se desarrollan en la iglesia se llevan a cabo dentro de una estructura cúltica. Por lo tanto, se centralizan en el local que la congregación usa para reunirse, y se caracterizan por la rigidez de sus horarios y estructura. Además, los diferentes cultos se desarrollan bajo una clara jerarquía, tal vez inconsciente y consuetudinaria. El culto dominical matutino es, sin dudas, el momento estelar, y el que por lo general el liderazgo de la iglesia utiliza para enseñar a través del sermón. En aquellas iglesias que aún lo mantienen, el culto de la tarde se destina al estudio bíblico, en el que se observa una mayor inclusión de lo que podríamos llamar «enseñadores laicos». Por último, existe el denominado «culto o reunión de oración», que por lo general se celebra un día de semana, en el que también se permite una mayor participación del laicado. La jerarquía que existe entre los diferentes cultos que se celebran en una iglesia se pone de manifiesto no solo por lo mencionado anteriormente, sino también por el grado decreciente de participación de sus miembros.

La rigidez del acercamiento educativo

Esta se concentra en un lugar y un horario determinados, y se espera la disponibilidad de la membresía. Los horarios y eventos educativos no están en función de las necesidades de los miembros, sino de una estructura previamente establecida y heredada de tiempos pretéritos, en los que probablemente funcionaba a la perfección, por haberse organizado para satisfacer las necesidades específicas de ese momento.

La confusión entre forma y función

Ya hemos señalado anteriormente los problemas que a menudo surgen por confundir la forma con la función. La función es una acción que debe llevarse a cabo (por ejemplo: evangelizar, enseñar u orar). La forma es el canal que se crea para concretar esa función (por ejemplo: un estudio bíblico en los hogares, una reunión de oración, la escuela dominical y otras). La forma siempre está al servicio de la función, o al menos debería estarlo. Dicho de otra manera, lo importante no es el culto de oración, sino que la iglesia ore. Sin embargo, con el paso del tiempo comenzó a darse la tendencia de que la forma suplantara a la función. Cuando eso se produce, cualquier intento de modificar la forma encontrará gran oposición, ya que, debido a esta confusión, se considera que cuestionar la forma equivale a cuestionar la función.

Más peligroso aún es cuando esta sustitución lleva a las personas a confundir la forma con la función para la que fue creada, y a creer que se trata de lo mismo. ¿Cómo se produce esa confusión en nuestras iglesias? Veamos un ejemplo que puede clarificar el cuadro. Algunos creyentes piensan que no podría concebirse una iglesia bautista sin escuela dominical. Sin embargo, la escuela dominical es una forma que se creó para llevar a cabo la función de enseñar la Palabra. Sería más correcto afirmar que no se puede concebir una iglesia bautista sin la enseñanza de la Palabra, ya sea a través de la escuela dominical o de cualquier otra forma que se establezca para llevar a cabo la tarea.

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