Tribus “de los pelos”

En materia de estética e identificación tribal, el corte de cabello o el look juegan un rol preponderante. Porque, al igual que con la ropa—al ver cómo se visten uno automáticamente los asocia con un determinado grupo—del cuello para arriba se los puede identificar: Dime cómo te peinas y te diré de qué tribu eres.

Para comprobar mejor si la teoría se aplicaba a la práctica cotidiana, entrevisté a Néstor, dueño de Prana, una peluquería muy particular (aunque no es la única en su género) emplazada en el barrio porteño de Belgrano, en Buenos Aires, y un lugar adonde muchas de las subculturas hallan el tratamiento indicado para sus cabezas.

La vista en ese lugar es agradable. Desde los diseños coloridos que adornan las paredes con todo tipo de graffitis y dibujos medio tropicales, hasta la deco vanguardista con un toque retro que se combina armoniosamente. Un gran espejo enmarcado con botellitas de Coca-Cola, en una pared, y varios otros individuales con toques de azulejos de los años 80 en la otra. En los sillones, las clientas y los clientes. Desde señoras de más de sesenta años, que vienen a hacerse el peinado “batido” a la antigua, pasando por mujeres jóvenes que piden reflejos y mechas de color, hasta adolescentes hambrientos de un “lookeo” que les dé el toque personal que buscan. Representantes fieles de casi todas las tribus urbanas que pululan por nuestra ciudad se congregan allí. Y no solo se congregan, sino que gastan un promedio de $40 cada vez que pasan por las tijeras y los secadores de ese lugar. Por detrás de los sillones están los estilistas, una entidad en sí mismos. Con los estilos más variados (desde uno con onda cowboyesca, otro medio punkie y uno tipo darkie, entre otros) atienden con fino esmero y una dosis de buena onda que no se encuentran fácilmente. Estos amos de la tijera se actualizan constantemente para brindar un servicio de la mejor calidad. Ahora, por ejemplo, promocionan su nuevo sistema de corte en seco, con la técnica londinense del esculpido. En el piso de arriba, al que se accede por una escalera caracol, no solo hay pufs para quien espera le llegue el afortunado turno, sino que hay emplazada una consola en la que un DJ profesional se divierte llenado el aire de rock, tecno y otros sonidos.

Le pregunté a Néstor si existe una relación entre el peinado y la tribu, y el me comentó lo siguiente:

—Absolutamente. El corte de cabello distingue a una tribu de otra. Por ejemplo, los rollingas se cortan el flequillo recto y a media frente, esto los caracteriza desde hace años, tanto al hombre como a la mujer. Los floggers usan los pelos parados, o más bien batidos, un “flequillete” de costado, largo, desmechado y atrás con mechas irregulares más largas. Los emos, representan un poco a Robert Smith, del grupo inglés The Cure: los nuevos darkies del siglo xxi; ellos son sanos, no se drogan, no son violentos. No nos olvidemos tampoco de los rugbiers, de los chetos, de los alternativos que siguen estando. Hay varias tribus. Está el pibe clásico, que cree que no pertenece a ninguna tribu, pero que es de los clásicos. También están los New Age, onda neohippies; ellos son un poco más austeros y no se ocupan tanto de lo estético.

Algunos se identifican con la tribu empezando por el pelo, siguiendo por la vestimenta y luego por la música. Yo, en lo personal, creo que se empieza por el pelo. No podés pertenecer a la tribu de los floggers si tenés el pelo rapado, algo no combina. Todo va de la mano.

Pelos + Música + Poesía parece ser la fórmula del éxito de esta peluquería “retrocool” ideal para las tribus. Es que el concepto de peluquería viene cambiando.

—Antes se veía a la peluquería como un trámite aburrido—finaliza Néstor con un aire creativo contagioso—ahora vienen a divertirse.

Es que en su “boliche”, además de cortarse el pelo, pueden participar de una especie de taller literario, escribir lo que se les dé la gana o dibujar, escuchar recitales o leer la última revista Rolling Stone, y todo por el mismo precio.

Extracto del libro Tribus Urbanas.

Por María J. Hooft.

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