Toda persona necesita satisfacer su necesidad de identidad y pertenencia a un grupo. Se trata de una necesidad humana que debe ser suplida y tenida en cuenta. La pertenencia a un grupo y la oportunidad de poder reunirse e interactuar con sus integrantes ayudan a que esta necesidad se pueda satisfacer.

La necesidad de ser amados, aceptados y comprendidos también puede satisfacerse si en la reunión del grupo se crea un ambiente propicio para ello. En una sociedad que a menudo resulta hostil para el adolescente y el joven, es muy importante que ellos encuentren un ámbito seguro y resguardado que les asegure que su vida y sus necesidades son importantes para los demás.

La función integradora y de preparación para la vida eclesial

La reunión del grupo puede permitir que los jóvenes comiencen a poner en práctica sus dones y habilidades, y que asuman responsabilidades espirituales. A escala reducida, debe permitir la preparación de los asistentes para una vida eclesial activa. Debe ser un ensayo que favorezca la participación, la asunción de responsabilidades, el desarrollo de las capacidades de liderazgo, el descubrimiento y aplicación de dones y la puesta en práctica de las actitudes de servicio.

Todos los miembros del grupo de jóvenes, de acuerdo con sus posibilidades y capacidades, pueden aprender a desarrollar tareas y llevar a cabo proyectos en el ámbito protegido y controlado que les proporciona la reunión general de jóvenes. Para poder cumplir esa función, es importante facilitar al máximo la participación de la mayor cantidad de jóvenes posible en cada una de las reuniones. Sin duda, muy pocos estarán en condiciones de hacerlo con la misma calidad que los líderes. Pero, a menos que les demos a los jóvenes la posibilidad de fallar, de equivocarse y de aprender haciendo las cosas, estaremos perdiendo la oportunidad de prepararlos para su vida eclesial posterior. La reunión de jóvenes, al desarrollarse en un ambiente más relajado, informal, y sobre todo protegido, les permite asumir responsabilidades acordes con sus capacidades y posibilidades.

La función de proporcionar compañerismo y ocio

Ambas necesidades, compañerismo y ocio, son importantes y no deberían ser desdeñadas. La reunión del grupo de jóvenes puede ser una herramienta muy útil para que ambas sean satisfechas.

Ya mencionamos anteriormente que el grupo de jóvenes puede resultar una buena escuela para aprender a desarrollar relaciones humanas genuinas. El grupo ofrece una calidad de compañerismo y relaciones que no es fácil de encontrar fuera del ámbito cristiano o, por lo menos, así debería ser. En el contexto del grupo de jóvenes pueden desarrollarse amistades sanas y genuinas.

Por otro lado, el ocio es saludable y necesario. Divertirse sanamente es una necesidad de todo ser humano en general, y del joven en particular. El ocio potencia nuestra capacidad de disfrutar de la vida y de todo lo creado por Dios. La diversión en sí misma es algo bueno y positivo, y de ningún modo debería ser tildada de pecaminosa. Todo depende del uso que se le dé o del contexto en el que se la lleve a cabo. Si no hacemos un esfuerzo por satisfacer esa necesidad podríamos enfrentar dos problemas:

El tema de la diversión puede crear polémica y tensión entre los lectores, por eso es importante que tengamos en cuenta algunos principios claves.

La diversión no es ni buena ni mala en sí misma; todo depende de su carácter, uso y circunstancias. No pecamos ni violentamos ninguna ley si una o varias de nuestras reuniones se dedican a fines lúdicos o recreativos. No todo debe ser para alimentar el intelecto. Es también una responsabilidad de la pastoral juvenil promover y satisfacer la necesidad de diversión.

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