La perspectiva bíblica de la educación espiritual

De forma clara y determinante, la Biblia otorga a la familia la responsabilidad de la educación espiritual de los hijos no solo cuando son niños. En el libro de Deuteronomio se encuentran varios pasajes claves en los que se hace mención a este importante deber paterno (Deuteronomio 4:9–10, 6:7 y 11:18–19). Es interesante comprobar que la Biblia, con su antigua, tremenda y universal sabiduría, nos advierte acerca de algo que hoy en día los sociólogos y psicólogos no dejan de enfatizar, como hemos visto anteriormente: la familia es el primer y más importante marco de referencia para la formación de la personalidad de cada individuo. Por lo tanto, la familia no debe dejar su responsabilidad en manos de la iglesia.

La iglesia y la familia deben actuar de forma conjunta y asociada en esta tarea, pero ni la familia debe delegar sus responsabilidades en la iglesia, ni esta debe asumir tareas que las Escrituras no le asignaron. (Desafortunadamente, la dura realidad nos enseña que en muchas ocasiones la iglesia debe asumir esas funciones por defecto. Sin embargo, cuando esto sucede, las familias no deben esperar que los resultados sean los mismos que cuando ellas asumen su responsabilidad bíblica en el proceso de transmitir los valores del evangelio a la siguiente generación.)

Queda claro que la Biblia encomienda a los padres el privilegio de la educación espiritual de sus hijos; sin embargo, una familia difícilmente pueda transmitir aquello de lo que carece. Por lo tanto, los padres deben ser conscientes de dos puntos muy importantes:

1. Tienen la responsabilidad de la transmisión de los valores de la palabra de Dios a sus hijos. Ello implica la enseñanza tanto en situaciones formales (sea el culto familiar o cualquier otro tipo de actividades educativas que cada familia desarrolle), como informales. La enseñanza que la familia provea debe caracterizarse por ser una enseñanza consciente, dedicada y esforzada.

2. Deben proveer un modelo coherente e íntegro para sus hijos adolescentes. Los hijos no buscan padres perfectos, sin embargo, los hijos tienen el derecho (todo el derecho del mundo) a exigir y esperar que sus padres se esfuercen por ser íntegros, coherentes y sinceros con su fe. Este modelo debe incluir el reflejar en las propias vidas aquellos valores y aspectos del carácter de Dios que desean que sus hijos asimilen en su nueva personalidad en formación.

Extracto del libro “Raíces” .

Por Félix Ortiz.

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