La Adoración.

Se mantenían firmes en… el partimiento del pan y en la oración… No dejaban de reunirse en el templo ni un solo día… (Hechos 2:42, 46).

Cuando escucha la palabra «adoración», la mayoría de las personas piensan en el tiempo de alabanza durante el culto, pero en realidad abarca mucho más. La adoración es la labor de reconocer la grandeza de Dios, tal como nos invita el salmista, Tributen al Señor la gloria que merece su nombre (Salmos 96:8). Decimos «labor» porque muchas de las referencias bíblicas acerca de la adoración mencionan el servicio o la labor de los sacerdotes. Después de Cristo, Dios pide otro tipo de servicio, pero la adoración sigue siendo una tarea consciente, algo en lo que participamos activamente. Los términos bíblicos para la adoración muestran que puede tener un enfoque específico en una actividad de adoración comunitaria (como el típico culto dominical o concierto de adoración) pero también puede referirse a un enfoque general en el estilo de vida del creyente (no copiarse en los exámenes, perdonar a aquellos que nos ofenden, ser ético en el trabajo, y cosas semejantes).

La Biblia nos provee muchos motivos por los que todos los creyentes deberían participar en actividades centradas en hacer algo por los demás. Entre ellos están:

La adoración no se relaciona con un segmento de la vida del hijo o la hija de Dios, sino que ha ser el enfoque de toda su vida. Como dice Pablo: ya sea que coman o beban o hagan cualquier otra cosa, háganlo todo para la gloria de Dios (1 Corintios 10:31). Los jóvenes necesitan entender y practicar la adoración a Dios en estos dos sentidos:

a) tiempos de adoración comunitaria en los que tienen comunión con Dios, escuchan lo que él les dice por medio de su Palabra y los sacramentos, y se comunican con él a través de la oración, el canto, las ofrendas, la koinonia.

b) una vida de adoración y obediencia. El Currículo para la formación de jóvenes, que detalla conocimientos, convicciones y conductas referidos a nueve características de alguien con madurez en Cristo, constituye un buen punto de partida en este sentido

El Servicio.

…vendían sus propiedades y posesiones, y compartían sus bienes entre sí según la necesidad de cada uno…. De casa en casa partían el pan y compartían la comida con alegría y generosidad, alabando a Dios y disfrutando de la estimación general del pueblo. (Hechos 2:45–47)

¿Por qué estamos en la tierra? Si nuestro único propósito fuera conocer mejor a Dios y adorarlo, estaríamos ya en el cielo. Porque allí lo vamos a conocer y adorar a la perfección. Si estamos todavía en la tierra es porque Dios tiene una tarea para nosotros aquí. Somos agentes de su Reino, para ayudar a la gente en sus necesidades, sean espirituales, relacionales, físicas, u otras.

Un lago que tiene entrada de agua pero no salida, se estanca. Los jóvenes necesitan poner en práctica el amor hacia su prójimo, como Dios les pide, y el grupo debe ayudarlos, proveyéndoles oportunidades para hacerlo. Lucas Leys, en su libro El ministerio juvenil efectivo, explica que muchos cristianos tienen «un divorcio entre el servicio y el amor en su compresión de ambos». Lucas observa que:

Por años la iglesia ha limitado el «servicio» a las actividades de manutención de lo que ocurre adentro del templo y cuando los jóvenes piensan en «servir a Dios» entienden que hacerlo consiste en manejar bien un micrófono, tocar el teclado o la guitarra en un escenario, enseñar la Biblia en la escuela dominical o irse al África en misiones.

El servicio del que hablamos va mucho mas allá de estas actividades eclesiásticas; es ser sal y luz en medio del mundo que nos rodea. Somos las manos y los pies de Dios en la tierra, así que debemos ser sensibles a las necesidades de la comunidad de la cual formamos parte y buscar maneras creativas de suplirlas, siempre dependiendo de la guía del Espíritu Santo. Los posibles destinatarios de nuestro servicio podrían ser: las viudas, los huérfanos, los ancianos, los enfermos, los pobres, los encarcelados, el cuidado del medio ambiente, y otros.

La estrategia ideal es que se inviertan los esfuerzos de servicio en proyectos de largo plazo en los cuales haya seguimiento de las personas y sus necesidades. Si tu iglesia tiene proyectos de servicio, es bueno que los jóvenes participen de ellos, y si no, o si necesitas otras opciones, puedes buscar personas u organizaciones que tengan buenos proyectos y participar de ellos.

También es importante que los jóvenes se esfuercen por desarrollar relaciones significativas con las personas a las que sirven. Reforzamos la dignidad de las personas cuando les comunicamos que tienen importancia como individuos y que no solo forman parte de un proyecto.

Extracto del libro “Raíces” .

Por Félix Ortiz.

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