La ideología es a las subculturas juveniles lo que el corazón es al cuerpo humano.

La ideología es el motor invisible que impulsa y da sentido a una subcultura.

Cuestión de raíz

Cuando presentamos la noción de transculturizar en vez de contraculturizar, dijimos que las subculturas tenían un alma y que al atravesarlas con el evangelio no necesariamente debíamos combatir los efectos externos (vestimenta, música, estética, códigos), sino más bien permear esa entidad con el evangelio. Bueno, las ideologías son el alma de una subcultura y ahí es adonde debemos apuntar.

Si comparásemos a los componentes de una subcultura juvenil con un árbol, diríamos entonces que los cuatro primeros pilares son los frutos de esa planta, mientras que la ideología es la raíz que la nutre. Muchas veces nos atraen los frutos por lo vistosos que son y ponemos nuestro enfoque en ellos, cuando en realidad lo que sostiene y alimenta esos frutos está oculto bajo tierra.

Por años hemos cometido el error de intentar cortar los frutos para detener el avance de una conducta errónea, en vez de cortar la raíz. Lo pongo en términos prácticos: Cuando un chico o una chica entraba a la iglesia con un peinado llamativo (crestas, pelos rojos y esa onda), o con aritos, o vestido de cuero y tachas, o cualquier cosa que desentonara con nuestro “uniforme evangélico”, enseguida tendíamos a instruirle que debía cambiar su forma de vestir. Si escuchábamos alguna palabra rara saliendo de sus labios, instantáneamente lo exhortábamos a dejar de hablar de ese modo. O si nos contaba que tenía amigos no creyentes, le reconveníamos que la amistad con el mundo era enemistad con Dios; y es bien cierto, La Palabra lo dice, pero en otro sentido. (El conocido pasaje de Santiago 4:4, que habla de la amistad con el mundo como opuesta a los caminos de Dios, se refiere a una clase de simpatía con los valores inmorales que el mundo propugna más que con las personas que viven en él y a quienes debemos alcanzar con el mensaje salvador. Para esto es preciso que nos relacionemos con esas personas en amor, mostrando los valores contraculturales del Reino pero a la vez no transigiendo con un estilo de vida liviano e inmoral). De la otra manera, el joven perdía todos sus amigos y por lo tanto la posibilidad de testificarle a alguien del amor incondicional de Dios manifestado a través de Jesucristo. No hacíamos más que cortar los frutos. Darles el hachazo del temor (“no vas a crecer espiritualmente”, “estás ofendiendo al Espíritu Santo”, “no podés seguir viniendo a la iglesia así”, y un sinnúmero de recomendaciones en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, amén) seccionando meramente un efecto y no la causa real.

Pero—gracias a Dios que nos da luz—, ahora vamos comprendiendo que lo externo no es lo importante, sino lo interno: en este caso la ideología. Es la ideología la que debemos penetrar con el mensaje del evangelio.

(CONTINÚA… DALE CLICK ABAJO EN PÁGINAS…)

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí