El único fundamento

La pastoral debe estar sostenida sobre el fundamento que es JESUCRISTO. Parecería obvio decir que nuestro fundamento es Jesús. Sin embargo, a través de muchos años de experiencia, hemos visto personas trabajar en la pastoral juvenil colocando otros fundamentos, que no eran Jesucristo, y aun lo hemos hechos nosotros mismos.

Algunos se equivocan y usan como fundamento cosas importantes, que forman parte de la pastoral juvenil, como sus dones y talentos, su creatividad, su capacidad de organización y constancia, su capacidad de liderar, su conocimiento e idoneidad, su experiencia y su entusiasmo. Pero esas cosas no pueden constituir el cimiento.

También están aquellos que ponen como fundamento sus propias necesidades. Necesidad de cierto protagonismo, de dirigir, de compartir un proyecto con amigos. De hacer algo o de ocupar el tiempo en algo. De encontrar un espacio. De responder a las expectativas de sus mayores (sus padres o amigos), y aun a las suyas propias. De ser valorados o apreciados. De ejercer el poder. Sin duda todos tenemos necesidades y el hecho de que el ministerio supla algunas de ellas, como la de participar en algo con significado eterno y la de tener comunión con los hermanos, debe ser considerado como un regalo que Dios nos da. La diferencia está en si la meta es suplir esa necesidad, de forma consciente o no, o si eso solo representa para nosotros una cuestión secundaria.

Como consecuencia de construir todo sobre un fundamento inadecuado, no se logra llevar a cabo una pastoral sólida que contribuya al crecimiento, desarrollo y madurez del joven. Todas las características que mencionamos son temporales. Cada vez que se construye sobre un fundamento temporal, la vida del ministerio resulta corta e intrascendente.

Un aviso para constructores

La parábola de los dos cimientos en Mateo 7:24–29 nos motiva a construir sobre la «roca», Jesús, y no sobre la «arena» de algo que nace o depende de nosotros. Jesucristo se valía de parábolas e historias para impartir sus enseñanzas y en este caso habla de dos tipos de constructores y de los dos cimientos que escogieron. Nos gustaría llamar la atención al hecho de que Jesús era carpintero. Es decir que, como Dios, sabía todo con respecto a la vida y, como hombre, sabía todo con respecto a la construcción.

En Palestina había muchos parajes que en verano se veían como lugares apacibles y sombreados, pero que en invierno se convertían en arrolladores torrentes de agua. Por eso había que escoger el sitio con cuidado cuando se edificaba una casa. En ese contexto, aparecen dos tipos de personas: el prudente y el insensato.

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