Los patrones familiares contraproducentes

El papel clave de los padres

A principios del año 2004 se publicó en España un ensayo titulado La indiferencia religiosa en España que analiza el constante aumento de la indiferencia entre la población española de todas las edades, especialmente entre los jóvenes. Un dato llamaba poderosamente la atención: entre aquellos pocos que habían decidido mantenerse fieles a las creencias religiosas, el factor decisivo en ese sentido había sido la influencia sobre sus vidas de personas emocionalmente significativas. Dicho de un modo más sencillo, la influencia de padres y amigos es el factor más importante para que los jóvenes de la nueva generación abracen la fe. Los padres, pues, tienen una influencia fundamental en este sentido.

Del estudio se desprendía otro dato importante: aquellos que habían decidido abrazar la indiferencia y dejar la fe reconocían que la influencia de los medios de comunicación había sido el factor decisivo para dar ese paso. Las implicaciones son tremendas. Si los padres constituyen un buen referente para sus hijos, hay muchas posibilidades de que estos abracen la fe de sus progenitores. Por el contrario, si los padres no ejercen una influencia pro activa en este sentido, se produce un vacío de influencias que es aprovechado por los medios de comunicación.

Los resultados de este estudio confirman lo que muchos estudios realizados en otros países siempre han puesto de manifiesto: los padres, la familia continúa siendo la influencia más importante en la vida de los jóvenes cuando ésta actúa como tal de forma activa y premeditada. La familia tiene mucho mayor influencia que los amigos y los medios de comunicación, aunque pudiera parecer todo lo contrario.

Algunas realidades familiares

Cuando las familias desarrollan bien su papel constituyen un tremendo aliado y refuerzo para el trabajo de la pastoral juvenil. Pero, desgraciadamente, en muchas ocasiones vamos a descubrir que las familias no sólo no apoyan el trabajo que realizamos con sus hijos sino que hasta a veces son indiferentes y en algunos momentos se convierten en auténticos obstáculos.

Podemos encontrarnos con padres que no consideran importante ni prioritario el trabajo que se realiza con sus hijos y, por lo tanto, no aparece en su agenda, ni tampoco le dedican el tiempo y el esfuerzo necesarios. En muchas ocasiones los jóvenes no tienen autonomía como para tomar sus propias decisiones y están sometidos al calendario familiar. Se da el caso de padres que deciden que las visitas a otros parientes o las compras familiares coincidan siempre con las actividades juveniles.

Otros jóvenes no tienen la posibilidad de desplazarse por la ciudad y necesitan de la colaboración de sus padres y éstos no están dispuestos a invertir su tiempo y esfuerzo en facilitar la movilidad de sus hijos.

En otras ocasiones, la situación es todavía peor, ya que los padres, lisa y llanamente, no son un buen referente para sus hijos, y lejos de reforzar con sus actitudes y acciones los valores y el mensaje que el grupo de jóvenes trata de implantar en la vida de los muchachos y muchachas, los desmienten y los contradicen con su estilo de vida. Eso se puede observar de diversas maneras. Hay hombres que maltratan a sus esposas e hijos y, por tanto, poca autoridad moral pueden tener ante ellos. En otras situaciones, algunos de los progenitores viven una vida abiertamente contraria a las enseñanzas del evangelio. Se da también el caso de familias que sustentan valores y prioridades que entran en conflicto con los valores y prioridades bíblicos.

Todo eso puede provocar que los hijos se hallen en medio de una situación de tensión y contradicciones que ya ha sido señalada anteriormente en otros capítulos de este libro y que no creemos necesario volver a tratar. Lo que sí queremos subrayar es que todo eso dificultará nuestra labor en cuanto a que Cristo sea formado en la vida de esos jóvenes.

Señalamos todo esto refiriéndonos a padres «cristianos», es decir, padres que al menos teóricamente comparten con nosotros los mismos valores, inquietudes y preocupación por la formación de sus hijos. En el caso de los padres no cristianos, la situación puede resultar aún más difícil, ya que a todo lo que mencionamos anteriormente habría que añadir la posibilidad de que estén clara y abiertamente en contra no sólo de las enseñanzas que impartimos, sino también de la mera presencia física de sus hijos en nuestras actividades.

¿Cómo puede un líder contrarrestar todo eso? No es fácil, pero tampoco imposible. En primer lugar, el líder debe entender que hay una parte cuya realización está a su alcance, y otra que es responsabilidad de toda la comunidad de creyentes.

Extracto del libro “Raíces”.

Por Félix Ortiz.

Lee Para Líderes – La Responsabilidad del Líder

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