• Un espíritu accesible, moldeable y atento. Los adolescentes que están madurando y preparándose para salir del hogar reconocerán la tarea asombrosa que tienen por delante. Desearán toda la ayuda y preparación que puedan obtener. No se mostrarán intolerantes respecto a conversaciones acerca de lo que están haciendo. No se pondrán a la defensiva cuando sus elecciones sean cuestionadas. No se alejarán sin decir palabra ni serán impaciente y contenciosos cuando se les lleve a una discusión. Y no convertirán una discusión amistosa en un debate hostil tan pronto como el tema se trate de su comportamiento y elecciones. Por supuesto, esto es asumiendo que nuestras actitudes e interacciones son las que Dios quiere que sean al relacionarnos con ellos.

Si nos relacionamos con nuestros adolescentes de una manera piadosa, algo estará mal si constantemente sentimos como si estuviéramos caminando por la cuerda floja cuando estén a nuestro alrededor. Los adolescentes maduros son accesibles. Son capaces de recibir instrucción sin pelear. Puedes entrar a su habitación sin sentirte como un intruso inoportuno. Puedes desafiar amorosamente sus pensamientos, decisiones, y acciones, y las discutirán contigo sin enojarse. No sólo permitirán que te acerques, sino que te buscarán para encontrar consejo y sabiduría.

  • Autoevaluación precisa. Los adolescentes que están madurando tendrán una perspectiva de sí mismos cada vez más precisa. Tendrán un sentido de sus fortalezas y debilidades que guiará sus elecciones en las relaciones y responsabilidades. Tendrán un sentido creciente de cuando son susceptibles particularmente a la tentación. No se sorprenderán cuando les señales amorosamente una debilidad que necesita ser atendida. No tendrán una de esas reacciones del tipo «¿De qué estás hablando? ¡Nunca hago eso!». Recibirán tu ayuda porque ya reconocen su debilidad y su necesidad de ayuda.

Una noche me dirigí a la habitación de mi hijo porque había algo de lo que necesitábamos hablar. Toqué a la puerta y el abrió. Le pregunté, «¿Tienes un momento?» Me dijo, «¡Claro que sí! No estaba haciendo nada importante». Le dije, «Quiero que hablemos de nuestra relación. Ya hace algún tiempo que estoy preocupado con algo y pensé que ya es el tiempo de hablar de ello. Me parece que has estado muy a la defensiva últimamente. Pareces impacientarte cada vez que tratamos de hablar contigo acerca de tus decisiones. No estamos buscando maneras de fastidiarte ni de arruinar tu vida. Te amamos y sólo queremos ser todo lo que Dios quiere que tu seas».

Esperé su respuesta. Me dijo, «Creo que tienes razón. Creo que hay momentos que es un tanto difícil hablar conmigo. Sólo siento que ya debo tener mi propia vida y tomar mis propias decisiones. Algunas veces me parece que ustedes se olvidan cuántos años ya tengo. Pero se que todavía necesito tu ayuda, e inclusive cuando no la deseo, debo aceptarla». Lo siento, se que les he hecho la vida más difícil últimamente». Le dije, «Te perdono. No queremos tomar las decisiones por ti, y no queremos tratarte como un niño; pero sí sentimos que hay maneras en las que todavía nos necesitas, y estamos comprometidos a proporcionarte la ayuda que Dios nos ha llamado a darte. No podríamos amarte y hacer algo menor que esto. Te amo». Me respondió, «Yo también te amo» y salí de cuarto.

Esto es lo que estás buscando. No estás buscando adolescentes perfectos, que hagan todo en el momento correcto y en la manera correcta. ¡No! Estás buscando que tu adolescente sea lo suficientemente maduro como para darse cuenta que todavía no es un producto terminado, y debido a su perspectiva precisa acerca de sí mismo, sea capaz de recibir la ayuda que le ofreces.

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