Como en el caso de Jesús (no podía ser de otra manera) la concepción del discipulado para Pablo implicaba que se trataba de un proceso que duraba toda la vida. En un sentido, una persona nunca llega totalmente a la madurez en Cristo en esta vida; siempre ha de continuar moldeando y trabajando determinados aspectos o áreas de su carácter. No existe un momento en la vida cristiana en que uno pueda «plantarse», o detenerse y decidir que ya no necesita continuar creciendo. La vida tiene que ver con un proceso dinámico que constantemente nos presenta nuevos retos, oportunidades y situaciones que exigen una respuesta de parte de nuestra fe, y debe evolucionar con esa misma dinámica.

Esta forma de ver el discipulado, que nace de la lectura de los evangelios y las epístolas paulinas, no permite que lo identifiquemos con un periodo de formación de unos pocos meses o con un cursillo de preparación para desarrollar aptitudes en el uso de ciertas técnicas o habilidades.

Notamos, en primer lugar, que el discipulado es un proceso permanente, de por vida. Se trata de un proceso del que todo cristiano debería participar. En segundo lugar, entendemos que el discipulado tiene que ver con un proceso activo, ya que necesita contar con la disponibilidad y la voluntad del discípulo. Implica pagar un precio y experimentar un cambio en la forma de pensar y de vivir. Se trata de una nueva visión, de una nueva motivación, de unos nuevos valores, de una nueva conducta. En tercer lugar, el discipulado es un proceso sobrenatural en el que Dios, aun siendo el máximo protagonista, tiene a bien usar agentes humanos como sus colaboradores.

Dos valores del término discipulado

Por lo considerado anteriormente, y también debido a una necesidad puramente funcional, señalaremos que existen dos formas diferentes de usar el término discipulado.

El sentido permanente. Usamos el término discipulado de una forma permanente cuando nos referimos a ese proceso de formar el carácter de Cristo en nosotros, un proceso que dura toda la vida y que nunca termina, ya que constantemente estamos creciendo hacia la perfección y la madurez. Se trata de un proceso que comenzó con nuestra conversión y no terminará hasta nuestra total y definitiva glorificación. Visto desde esta perspectiva, el discipulado nunca concluye.

El sentido temporal o limitado. Normalmente cuando hablamos del discipulado nos referimos a ese proceso (limitado en el tiempo) de ayudar a otros a desarrollar cierta madurez en Cristo Jesús. Puedes identificar este proceso limitado o temporal con el trabajo que Jesús llevó a cabo con sus doce discípulos durante un periodo de tres años o con el proceso educativo que Pablo realizó con su hijo y discípulo Timoteo y que el mismo apóstol describe en 2 Timoteo 2:2. Luego, dicho sea de paso, animó a Timoteo a llevar a cabo ese mismo proceso educativo con otros discípulos.

La finalidad de ese proceso temporal o limitado es ayudar al discípulo a alcanzar una determinada madurez espiritual que le permita convertirse en un seguidor de Cristo por sus propios medios. De la misma forma que los padres hemos de preparar a nuestros hijos para ser independientes y vivir sus propias vidas, el discipulador ha de invertir tiempo y esfuerzo, no para convertir a sus discípulos en dependientes de él mismo sino, por el contrario, para llevarlos lo antes posible a depender del Maestro.

Extracto del libro “Raíces”.

Por Félix Ortiz.

Lee Para Líderes – Factores que Condicionan el Discipulado

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí