A la vez, se trata de una fe convencional en el sentido de que se va moldeando por las actitudes de la gente con la que se relacionan los adolescentes en un momento determinado. En esta etapa, el gran peligro es que los adolescentes se acomoden a una fe de segunda mano, que no sea propia ni personal sino simplemente aceptada por la familia u otros adultos, y que la hagan propia sin haberla pasado por un periodo de prueba y reflexión.

Los adolescentes tienden a poner su fe en un compartimiento, de manera que sus compromisos del domingo no tienen un impacto sobre el resto de su vida cotidiana. Es muy propio de esta edad que los cristianos vivan su fe de una forma casi esquizofrénica (es decir, con una mente dividida); los domingos son santos y los otros días de la semana no.

El ambiente en el que vive ejerce una gran influencia sobre el adolescente, que puede adaptar su comportamiento a las expectativas que se tengan sobre él. En casa se comporta de una manera, en la iglesia de otra y, finalmente, con los amigos de otra.

Esta etapa, con sus características, se convierte en la estructura primaria de la fe de muchos adultos. En efecto, hay muchos adultos que no han madurado en el desarrollo de su fe, y esta se parece enormemente a la descrita anteriormente: varía según el ambiente en el que están, y viven una total dicotomía entre su vida de iglesia y su vida cotidiana.

La fe individual-reflexiva (juventud adulta).

En esta etapa perciben a Dios de un modo más abstracto, no tanto como un consejero personal sino como un espíritu que encarna verdades morales. Conforme la identidad se va desarrollando, y las decisiones que la persona toma entran en conflicto con el ambiente que lo rodea, el individuo comienza a diferenciarse de las personas y el sistema de valores de los demás y a desarrollar sus propios valores, creencias y convicciones. Un individuo entra en esta etapa cuando asume un sentido de responsabilidad personal sobre sus propias acciones, actitudes y valores, y desarrolla de este modo una fe de primera mano.

En esta etapa se procede a una reflexión crítica de los valores y las creencias personales. Se trata de una fe individual, una fe propia que el individuo posee, y de una fe reflexiva, porque la persona que se mueve de la etapa anterior a esta pudo tomarse el tiempo para reflexionar acerca de lo que cree real y personalmente.

La fe conjuntiva (edad media de la vida). La etapa anterior ayuda al individuo a fijar los límites que lo identifican como diferente del mundo. Aquí la fe es conjuntiva, en el sentido de que es más amplia y permite la existencia de contradicciones e ironías, ya sean reales o aparentes. Esto se debe a que el concepto de absoluto, aunque parezca una paradoja, se comienza a relativizar.

En esta etapa el individuo reconoce pensamientos, impulsos, sentimientos y memorias que ha reprimido previamente. Al comenzar a aceptarlos, se reconocen las influencias parentales, sociales, étnicas y religiosas que de alguna manera han afectado su desarrollo.

La fe universalizadora (vejez).

Este estadio apenas se ve, pero cuando surge, el individuo produce un impacto significativo en la sociedad. Suele tratarse de personas que tienen un compromiso absoluto con la causa de universalizar los conceptos de amor incondicional y justicia absoluta. No les satisface nada que no sea el bien último de la humanidad. Muy a menudo, las estructuras políticas existentes los perciben como peligrosos. Ejemplos de este tipo de individuos son: Jesús, Ghandi, Martin Luther King y la madre Teresa de Calcuta.

Extracto del libro “Raíces” .

Por Félix Ortiz.

Lee Para Líderes – El Desarrollo de la Fe

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí