Los componentes culturales en general no son ni malos ni buenos intrínsecamente. Aunque es verdad que algunas subculturas juveniles poseen algunos componentes que se oponen a los valores bíblicos, como ser la sublimación de la muerte en los darks, la rebeldía a la autoridad y la denigración de la mujer en la cumbia villera y la violencia verbal de los raperos, estos son los componentes que, una vez redimida la subcultura, se someten a Dios y son cambiados por valores cristianos.

Jim Goll, en su libro La revolución de Elías, asegura que libramos una batalla por el alma de nuestras culturas y esta batalla es el gran desafío de la Iglesia del siglo xxi. El autor expresa: Las oraciones de los justos pueden alterar la historia y, de hecho, lo hacen. La sociedad y la cultura pueden ser redimidas. ¡Deben ser redimidas! ¿Merece menos Jesucristo? Para hacerlo, es necesario que el pueblo de Dios participe activamente en su cultura en lugar de separarse de ella. (…) La forma de redimir la cultura es transformarla desde adentro, no condenarla desde afuera.

No me resulta difícil visualizar las subculturas juveniles de nuestras ciudades delante del Trono de Dios. No hablo de individuos, hablo de grupos culturales, de etnias si se quiere. Me desafía el tratar de descubrir el don redentivo de algunas de ellas, su “alma”. De los góticos su sensibilidad y arte; de los cumbieros, su festividad; de los rapperos, su lucha por la superación personal y el bienestar de los que sufren. No es tan difícil ver estas características constitutivas de las tribus urbanas en las manos de Dios que, como un diestro Alfarero, las moldea y las transforma en vasos de honra.

¿Pudiera ser que mediante la redención de las subculturas juveniles, un día lleguemos a decir junto al Señor: “Llamaré pueblo mío al que no era mi pueblo, y a la no amada, amada. Y en el lugar donde se les dijo: ‘Vosotros no sois pueblo mío’, allí serán llamados hijos del Dios viviente?

¡Tenemos que creerlo!

Cuando escuché por primera vez la letra de la canción “Our God Reigns” (Nuestro Dios reina), de la banda inglesa Delirious? no entendí bien el significado, ya que las estrofas me resultaban algo contradictorias. Por un lado pintan un panorama sombrío de las escalofriantes cifras del aborto y el flagelo del sida, a la vez que intercalan un “Nuestro Dios reina”. Sigue hablando del consumismo y materialismo de nuestra cultura occidental, que arrastra a los jóvenes a una autoexigencia que deviene en tragedia, e insiste con “Nuestro Dios reina”.

La canción alcanza su clímax musical y espiritual cuando Martin Smith clama en palabras espontáneas: “Sí, Él reina/ Sí, Tú reinas/ Sí, Tú reinas/ Porque hay un único y verdadero Dios, pero hemos perdido las riendas de este mundo/ perdónanos Señor/ perdónanos por favor/ mientras luchamos sobre nuestras rodillas por este mundo destruido”.

El cantante parece insistir, ante la incredulidad y la desesperanza del oyente (yo, en este caso, luego de desanimarme con la cruda realidad) de que en medio del caos Él reina, Él está en control. ¿Por qué? Porque Él ve otra cosa que nosotros no estamos viendo.

Cuando parece que el mundo se salió de su cauce y no sabemos cómo hacer para recuperar el orden, cuando no logramos combatir los embates del enemigo sobre nuestra sociedad y en especial sobre nuestros niños y jóvenes, cuando parece que todo se nos escapa de las manos… ¡Él todavía reina! Tenemos que creerlo. Tenemos que mirar a esta generación y a las venideras a través de los ojos de Dios, mirar sus promesas y decir ¡Amén! Así sea, Señor, lo creo.

Me sorprende con qué facilidad utilizamos el mandato de Jesús como metáfora y lo aplicamos a las áreas de la sociedad que aparentemente son más “formales” y “limpias”, como el mundo de los negocios, o el de la educación, o el de los medios de comunicación. Lo aplicamos a las áreas de la sociedad que nos gustan. Ir a todo el mundo suena grande y suena bien, pero hay áreas de nuestra sociedad que son parte del mundo, que muchas veces olvidamos porque no caben en nuestros paradigmas. (Junior Zapata. Pastor Juvenil en Guatemala. Autor de La generación emergente)

Extracto del libro Tribus Urbanas

Por María J. Hooft

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