Recientemente estaba hablando con una líder de jóvenes acerca de su iglesia, ella la describía como un centro de constante ministerio y actividad. Asombrado de todo lo que esta iglesia estaba haciendo me preguntaba el precio que el personal de la iglesia estaría pagando.

«Ah», dijo ella, «todos los que somos parte del personal de la iglesia trabajamos de 70 a 90 horas por semana. Cuando fuimos contratados, se nos explicó que el tiempo es corto y que los que desean estar en el ministerio de Dios debemos ser comprometidos. Uno de los miembros del consejo me dijo, «podremos descansar cuando lleguemos al cielo.´»

No le respondí nada. Estaba atónito. Mi silencio hizo que el momento fuera notablemente incómodo. Finalmente dije: «Suena como si tu pastor fuera un trabajalcólico.»

«No,» replicó defensivamente, «simplemente él tiene un corazón realmente misionero.»

«No,» dije impulsivamente, «definitivamente es un trabajalcólico.»

Ella cambió el tema, pero no he podido sacudirme esa conversación. En esta era de la mega iglesia, nuestra cultura adora el hacer. Ponemos a personas ocupadas en pedestales, especialmente si la ocupación resulta más grande y mayor.

Pero cuando tomas la adoración pagana de la ocupación y le aumentas el mandato bíblico de alcanzar al mundo, obtienes una combinación letal. La iglesia ha bautizado el estar ocupados con la actividad y básicamente se ha formado un pacto con el diablo. Este pacto ha tenido éxito silenciando a aquellos que critican la tendencia hacia los ministros agitados, sobre trabajados, quemados y espiritualmente secos quienes, en el «nombre de Dios», descuidan a sus familias, sus almas y su bienestar físico.

Si puedo ser tan audaz para «blasfemar» el Evangelio del Crecimiento, respetuosamente sugiero que esta prisa moderna de la urgencia no es solo algo que está mal sino que es una arrogancia demente. En el momento en el que creamos que el Reino de Dios depende de tío de mí, habremos experimentado un episodio de esquizofrenia o hemos mal entendido nuestros papeles como cristianos.

Sí, debemos ser la sal y la luz. Sí, debemos de «ir a todo el mundo.» Sí, debemos de «hacer discípulos». Pero la última vez que chequé, le tomó a Jesús tres años de esfuerzo concentrado para hacer 12 discípulos y les tomó a ellos el resto de sus vidas entender lo que quería decir discipulado. La última vez que chequé, Pablo sugiere que estamos en Cristo, no trabajando para él.

Si eres un líder de jóvenes en una iglesia a donde el Evangelio del Crecimiento reina, ¡CORRE! Si tu pastor es un atractivo, cautivador, empresario, trabajalcohólico, toma tu alma y salte antes que sea demasiado tarde.

(CONTINÚA…)

Por Mike Yaconelli

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