¿De Qué se Trata?: Mostrar quién no es líder y quién sí lo es.

 

1. ¿Quién NO es un líder?

A. Un tirano no es un líder.
La persona a quien la gente obedece por temor a un castigo o represalia no es un líder, porque sin el castigo nadie lo seguiría.
B. Un guía turístico no es un líder.
Una persona que saca a pasear a otro grupo de personas no es un líder, porque ese paseo no tiene objetivos concretos y directos.
C. Un sabelotodo no es un líder.
Sin duda podrá dictar majestuosas charlas llenas de sabiduría, pero ¿quién sabe si su auditorio le escucha (si es que existe auditorio)?
D. Un político no es un líder.
Un líder no se vale de su elocuencia y de la simpatía que muchos le tienen para llegar a sus muy particulares y egoístas intereses.

2. ¿Quién SÍ es un líder?
Tras las descripciones anteriores, podemos notar algunas peculiaridades que un líder sí tiene sobre su grupo y por tales peculiaridades, es posible, hacer que el grupo le siga.
El líder es una persona que brinda amor, teniendo objetivos claros, concretos y directos, además de la capacidad de atraer la atención de los demás, aún cuando sus palabras no sean majestuosas o rebuscadas, porque sabe decir las cosas en el momento indicado y que no tiene intenciones particulares sino que piensa en el bien común de quienes le siguen.
El líder es aquel a quien todos siguen y que con o sin palabras logra mover a las personas hacia un objetivo, que las beneficia a sí mismas.
Viene a mi mente el líder modelo: Cristo. Este hombre es capaz de mover millares de personas hacia un objetivo y aún no ha dejado de hacerlo.

3. ¿Quién es un líder juvenil?
La persona que logra dirigir a los jóvenes a un objetivo que mejore sus vidas cristianas y su comunión con Cristo. Esto logra hacerlo con amor, seguridad y sencillez.
Ahora, la pregunta del millón: ¿Porqué yo?
Esa es una pregunta que sólo Cristo puede responder. Si despiertas en un día común y te encuentras con la “pequeña diferencia” que ahora eres un líder de jóvenes, debo decirte, que, aunque la idea te abrume, Dios tiene un propósito contigo.

Conozco a una persona a quien le pasó esto:
Era un hombre común y corriente que vivía modestamente, pero un día vio una señal del Señor y le intrigó tanto que quiso saber como sucedía esa señal.
Mientras lo investigaba, una voz le llamó por su nombre y él respondió: “Heme aquí”
Aunque su respuesta sugería disposición, su corazón latía a mil por hora y se llenó de temor.
Cuando el Señor escuchó la frase “Heme aquí”, la tomo como un “sí” y le explicó: “No creas que no me he fijado en las angustias de mis hijos y en la opresión en la que viven a causa de los egipcios, así que, ve tú, y habla en mi nombre a Faraón para que deje ir a mi pueblo.”
¡¡Correcto!! Estoy hablando de Moisés.
El caso es que él sintió miedo, ¡¡Puso tantas excusas…!!
Pero tú conoces la historia: No ha habido otro libertador tan grande como Él (excepto Jesús, claro está). A Él se le atribuye la emancipación del pueblo de Israel y se le conoce como el fundador de la nación.
Sin embargo el no era muy distinto a ti ni a mí, le temblaban las piernas y no creyó que fuera capaz inicialmente.
¿Cuál fue el éxito de su liderazgo?
Muy sencillo: Disposición y sometimiento para Dios.
Puedes inventarte mil y una cosas, pero si no tienes estos dos elementos, vas rumbo al fracaso.
Al igual que Moisés no lo sabemos todo en esta “ciencia” de dirigir, pero estas cosas son como papel y lápiz en la escuela del liderazgo y las únicas que necesitas para aprender en el camino.
Un plan de trabajo efectivo es aquel que se apega lo más que se puede a la Voluntad de Dios.
Aún cuando Saulo de Tarso, tenía enormes capacidades como la elocuencia, altos conocimientos y el extraordinario celo por las “cosas de Dios”, eso no lo era todo.
Faltaba una cosa: LA VOLUNTAD DE DIOS en su ministerio.
Asimismo, tu puedes tener muchas capacidades y destrezas para explotar en tu grupo juvenil, sin embargo, es necesario comenzar por el principio.
Si ya entendiste que Dios te ha llamado, entonces es el momento de elevar la sabia pregunta que hizo Saulo: ¿Señor, qué quieres que yo haga? Con esto te pones a disposición de la voluntad de Dios.

El ministerio que ahora diriges comenzará a ser guiado por el Espíritu Santo. Los resultados serán reales, aunque puede que no sean los que tu esperabas; y eso es normal, porque este árbol dará los frutos del Espíritu Santo y no los que tu habías pensado.
Ahora que entiendes esto, es tiempo de tomar papel y lápiz, poner tus rodillas sobre el piso y pedirle al Señor que te ayude a diseñar un buen plan de trabajo adecuado a los propósitos que Él tiene con sus jóvenes.
Alguien dijo que un buen plan de trabajo es como un buen mapa para el buen viajero: siempre te indica por donde debes ir, y siempre llegas al lugar indicado.

Por Giovanni y Dinora Cabrera

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