Bailanteros y cuarteteros: “Arriba las palmas, arriba y arriba…” (cantito bailantero). Aunque para muchos “bailantero” es una palabra despectiva, los adeptos a esta subcultura llevan el título con mucha honra. Los tropicales son mayormente personas provenientes de sectores económicamente bajos y declaran elegir este ritmo musical alegre—y el estilo de vida que lo acompaña—para salir un poco de la “mala onda” que la vida misma lleva implícita. A diferencia de otras subculturas, esta es bastante más intergeneracional: padres e hijos concurren juntos a la bailanta los fines de semana. Los hombres, en cuanto a su percepción del género opuesto, tienen una gran dosis de machismo (al igual que en la cumbia villera) y la valoración de la feminidad es notoria entre ellos.

Hip-Hoppers o Rapperos: “Me preguntaron por qué los del hip-hop no nos involucramos más en la presente situación del 9/11 y mi respuesta fue: ‘Porque eso no nos afecta a nosotros, o al menos no lo percibimos así, el 9/11 les ocurrió a ellos. Estoy hablando en nombre de la cultura ahora, esta no es mi opinión personal’” (Krs. One, hip-hopper profesional americano de raíces jamaiquinas). Originalmente, el rap nació en los Estados Unidos, entre los jóvenes afro americanos e hispanos, que se divertían en los guetos del Bronx a la vez que denunciaban las injusticias sociales sufridas como inmigrantes. Por eso se dice que los rapperos son cronistas sociales por naturaleza. Ellos buscan resistir los rechazos y maltratos de la sociedad, quieren expresarse, dar a conocer sus aspiraciones, frustraciones y planteamientos políticos. Tal es el caso reciente de Francia en el que, luego de los incidentes protagonizados por jóvenes inmigrantes víctimas de la injusticia y el maltrato social, cantantes famosos de rap iniciaron una campaña para incitar al voto en las zonas marginales. Rost y Diam son dos de las caras más visibles del fenómeno. Pero, en rigor, toda la cultura under del rap y el hip hop hizo suya la causa de la inclusión a través del voto, al igual que asociaciones como AC le Feu —que surgió en noviembre de 2005—o Votez Banlieue (Voten suburbios). Vico C, referente cristiano, protesta: Ahora hicieron sus campañas con reggaeton. / Así cualquiera, señor, ya sabemos lo que traman. / Nos usan pa’ganar, después nos tiran cuando ganan./ Y ahí es que podemos ver la verdad / que trabajan por el voto no por la sociedad. De todos modos, en nuestros países latinos, no poseen exactamente las mismas características sociales que los rapperos norteamericanos o franceses, ya que su trasfondo no es tan politizado, pero sí adoptan los rasgos artísticos. Los nuestros más bien provienen de todas partes, de todos los barrios y trasfondos sociales y se sienten atraídos al género musical o los rasgos estéticos, además de ser una excelente oportunidad para divertirse y hacer amigos.

Skaters, bikers, surfers y X-sporters: “La bicicleta es mi estilo de vida, hasta duermo con ella. Mi vida entera rueda todos los días” (un biker). “El surf es el punto de armonía entre el hombre y la naturaleza (Gonzalo Balbuena, surfer). La filosofía de este tipo de deportes o deportes extremos tiene como punto principal el respeto por las ideas de los demás, lo cual no quiere decir que las suyas se enreden con las otras. La mayoría de ellos dicen creer en el compartir y no tanto en el competir. Los deportes son una buena ocasión para hacer amigos, pues en estas subculturas se valoran mucho los afectos. Lo que ellos consideran como importante es superarse continuamente, por eso se esfuerzan mucho en batir sus propios récords. Muchas veces se obsesionan y generan una autoexigencia y autosuficiencia poco saludables. Un surfer, por ejemplo, dice que siente un deseo abrasador por las olas. Cree que cualquiera, con un poco de práctica, conocimiento y compromiso, podría llegar a alcanzar un estilo de vida casi perfecto, que consistiría netamente en surfear olas perfectas a excepción de breves interrupciones necesarias para dormir, comer y trabajar. Un buen surfista hará cualquier cosa por estar en la playa: pospondrá citas y faltará a clases o al trabajo bajo cualquier pretexto. No hay frío o adversidad climática capaz de detenerlo en su afán por estar en el agua. Doy fe que eso es verdad porque viví en una ciudad con playas.

Extracto del libro Tribus Urbanas

Por María J. Hooft

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