¿CÓMO SABER SI TENGO EL DON DE CELIBATO O SOLTERÍA?

Muy sencillo. Si quieres tener pareja y casarte, entonces no tienes el don de soltería. Los que tiene el don nunca sienten la necesidad de intimar y casarse. Según la Biblia, este don está reservado para unos pocos. La regla general es el casamiento, la excepción es la soltería. Leer 1º Corintios 7:7 y Mateo 19:10.

Jesús parece aludir al don de continencia en Mateo 19:12. El don de soltería es la capacidad especial que Dios da a algunos miembros, de vivir como solteros, sin sufrir tentaciones sexuales.

No tienen el don:

  • Los que son solteros y desean casarse.
  • Los que son solteros y están frustrados por impulsos sexuales no sa­tisfechos.

Quienes poseen este don no necesitan pensar en una familia sino sólo en el servicio a Dios. Debemos saber que quien posee este don no es más santo ni más puro que los que contraen matrimonio; no hay ninguna virtud superior. El don de celibato no tiene mérito en sí mismo, pero su ejercicio permite una dedicación completa a los otros dones.

La Iglesia Católica Romana exige el estado célibe como requisito o voto de casti­dad a sus ministros, sacerdotes, monjas, monjes y prelados. Esto es contrario a la voluntad de Dios, quien no sólo hizo provisión para el primer hombre (Génesis 2:18), sino que ha ejemplificado en la relación matrimonial el amor que Él tiene hacia su pueblo (Cantar de los Cantares, Efesios 5:21-33).

¿QUÉ ES EL NOVIAZGO?

Es el tiempo necesario para el conocimiento de la pareja en todas las áreas, menos en la sexual. Es un tiempo para ser amigos, charlar, compartir ideas, objeti­vos, sueños y metas. Es el tiempo para reconocer si lo que sientes por la otra persona es amor o simplemente atracción pasajera. El verdadero amor es mucho más que atracción física.

¿CÓMO ENCONTRAR MI «MEDIA NARANJA»…?

A. Busca sólo entre los hijos de Dios. «¿Andarán dos juntos, si no estuvieren de acuerdo?» (Amos 3:3). Debe ser un hijo o hija de Dios. No sólo una persona cristiana, sino convertida, nacida de nuevo para Dios. Unos días atrás vino a vernos un joven y dijo: – he conocido a una rubia espectacular, atractiva y de hermosos ojos. Cruzamos algunas miradas, tomamos un café juntos y hemos descubierto que tenemos muchas cosas en común. Nos gustamos y vamos a empezar a salir juntos. Ella no es creyente pero me insinuó que, en cuanto a religión, no tiene preferencia. ¿Podrían orar para que Dios me guíe a saber su voluntad? Le respondimos: – no vamos a orar. Dios ya te ha guiado en su Palabra. Por favor lee 2º Corintios 6:14 al 17. No podemos saber quién llegará a ser tu esposa, pero de algo estamos seguros: esta rubia especta­cular, atractiva y de hermosos ojos no debería serlo, a menos que se convierta a Dios.

Un Caso Que Lo Ilustra. Fabiola se había puesto de novia con un joven del barrio, no creyente. Ella tenía una meta, convertirlo para luego casarse. Por otra parte, no tenía otra opción. Ella sabía las reglas de su iglesia, para recibirla bendición era indis­pensable tener un novio bautizado. Lo intentó todo. Oraba y ayunaba por él dos veces a la semana, lo llevó a empujones a la Iglesia, arregló una cita para que conversara con el pastor, lo llevó a una campaña evangelística con Annacondia. El muchacho permanecía indiferente. Cambió su estrategia. Lo amenazó con abandonarlo si no se convertía a Dios. Aquel muchacho la de­seaba con locura y en lo más íntimo de su corazón estaba dispuesto a hacer cualquier concesión que fuera necesaria para no perderla. Por lo tanto, fue a la iglesia, simuló una conversión levantando la mano cuando el predicador hizo el llamado y luego fue bautizado. El día del casamiento fue la última vez que entró en una iglesia evangélica. Pasaron 10 años, en medio de una profun­da depresión de Fabiola y un matrimonio en ruinas, aquel muchacho se con­virtió de corazón a Dios; sin embargo, ella siempre recuerda: «fueron los diez peores años de mi vida».

B. Busca en oración. Busca en el cielo. Antes que toques el corazón de tu enamorado, toca las puertas del cielo. El poder más grande en el mundo es la oración. Jamás nadie ha orado en vano. Pide a Dios que bendiga al hombre (o la mujer) que será para ti. Que lo proteja dondequiera que esté. Que lo mantenga santo e íntegro. Silvia, mi esposa, oró por mí durante 7 años. Hubo momentos cuando oraba de una manera específica. Luego nos dimos cuenta de que habían sido ocasiones que coincidieron con proble­mas que tuve que atravesar y de los cuales Dios me libró. Tu oración puede librar a tu futura pareja de una grave situación que tiene en este mismo día, aún cuando ni la conozcas.

(CONTINÚA… DALE CLICK ABAJO EN PÁGINAS…)

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