El Mito de los Fariseos.

Los encontrarás caminando por los pasillos de las escuelas secundarias en toda la América y en algunas grandes ciu­dades del mundo. Bobalicones, guapos, presumidos. Los nombres cambian (dependiendo de dónde te encuentres), pero la idea es más o menos la misma. Están los «buenos» y los «malos». Cuídate de no asociarte con quien no debes. La siguiente lista de referencias rápidas te ayudarán a distinguir entre los «buenos» y los «malos»:

A. Cerebrito, quemado, coco, filomático (un nerd): Estrafalario, no combina la ropa (es decir: rayas con cuadros). Muchachos que usan corbatas de lazo con pantalones brinca-charcos. Bolsillos con protectores. Le gustan mucho las matemáticas y las ciencias en general.

B. Busca pleitos, brabucón, guerrillero: Tipo militar. Las armas de fuego le fascinan. Está loco porque empiece la próxima guerra. Viste ropa con tela de camuflaje. Se pasa viendo programas repetidos de televisión como Combate, Mash y otros de patrulleros.

C. Motorizado, carromaniático: Siempre se refiere a sus autos (ca­rros) diciendo «mi joya». Por ejemplo: En 8 segundos mi joya se monta en 80. Habla en números (¿Sí? Pues mira, mi joya tiene un motor 454 debajo del capote).

D. Maromero, atlético: El típico deportista que hace piruetas en el campo deportivo. Se aprende de memoria los libros de planes para jugadas y cita estadísticas olímpicas como si fuera una computadora. Fuera de los deportes no es más que un topo.

Por supuesto, muchos otros se podrían catalogar como: seso hueco, cabeza de chorlito, petrimetre (presumido), empastillados, drogui, fanático religioso, etc. El punto es que hay gente con la que no te importa que te vean y hay otras que ni muerto quieres que te vean. El razonamiento es este: Si ven que eres amigo de un «filomático», creerán algunos que se te pegó lo de filomático. O por lo menos alguna gente te va a asociar con ellos. Y tú no lo podrías soportar. ¿O sí?

Jesús tenía el mismo problema. Él era un maestro. Había ciertas personas con las cuales los maestros o rabinos se codeaban; básicamente era con otros maestros: «Personas ex­tremadamente religiosas». Los fariseos, especialmente, tenían unas reglas muy estrictas en cuanto a con quién reunirse o no. Pero Jesús rompió esas reglas. Se asoció con gente no muy buena. Comió con cobradores de impuestos. Tocó a leprosos. Habló con una mujer samaritana.

Como resultado, ridiculizaron y criticaron a Jesús. Pero, Él estaba tan en desacuerdo con este mito de los fariseos que le llamaron «comilón y bebedor de vino, amigo de publícanos y de pecadores» (Lucas 7.34).

Sin embargo, a Jesús no le afectaron esos comentarios. Al final resultó que la mayoría de sus amigos más fieles pertenecían al grupo de los equivocados. Mateo, un cobrador de impuestos, estaba entre sus doce discípulos más allegados. El limosnero ciego, a quien Jesús sanó valientemente, testificó de Jesús frente a los fariseos. Y María Magdalena, de quien Jesús sacó siete demonios, fue una de las pocas personas que no abandonaron a Jesús durante el largo proceso de la crucifixión.

¿Quién sabe? Quizás un amigo está esperando a que lo descubras entre los filomáticos, brabucones o carromaniáticos. Claro, quizás te cueste algo, pero también tendrás una recompensa. Después de todo, Jesús te dijo: «… os he llamado amigos… No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, Él os lo dé. Esto os mando: Que os améis unos a otros» (Juan 15.15-17).

Ejercicio.

Desarrolla tu capacidad para enfrentar el mito de los fariseos con este ejercicio:

Los Evangelios describen a Jesús como una persona popular y un invitado especial. Lee las siguientes porciones de la Escritura y anota a las personas que eran sus amigos.

Mateo 9:9-13. ______________________________________________________

Marcos 14.3. _______________________________________________________

Lucas 7.36. ________________________________________________________

Lee Lucas 19:1-10. Aunque Jesús no rechazó a los «publícanos» y «pecadores», tampoco aprobó su comportamiento. En el encuentro de Jesús con Zaqueo, ¿quién influyó en quién? ¿Cómo se aplica esto a ti y a tu situación?

Extracto del libro “No Dejes Tu Cerebro en la Puerta”

Por J. McDowell y B. Hostetler

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