Continuemos.

Causa Nº 4: Malos Consejos.

Hace poco, cinco adolescentes sufrieron un accidente au­tomovilístico. ¿Qué sucedió? El joven que manejaba subió a una autopista, alentado por un motociclista que le indi­caba que la ruta estaba despejada, aunque ni el joven ni el motociclista podía ver claramente el camino. El joven si­guió un mal consejo. En vez de esperar hasta poder deter­minar por sí mismo si la maniobra era segura, confió en otra persona y siguió sus indicaciones. Hay momentos en que necesitamos confiar en otras personas que nos guíen, pero seremos sabios si nos tomamos el tiempo para compa­rar ese consejo con otros o pedir una segunda opinión. El descuido de aceptar un mal consejo puede provocar un problema gigantesco.

Causa Nº 5: Suposiciones Erróneas.

Hace años, yo estaba limpiando un rifle calibre 22. Pensan­do que estaba descargado, tiré del gatillo. ¡Bang! Había una bala en la recámara. Unos centímetros más, y mi hijo hubiera recibido el balazo. Me sentí tan mal por lo que hu­biera podido suceder que jamás he vuelto a tocar un arma. Sólo pensar en ese incidente me enferma. Las suposicio­nes erróneas pueden causar problemas gigantes.

Evita los Gigantes Causados por Descuido o Negligencia.

Algunos gigantes los creamos nosotros mismos con lo que hacemos. Otros los creamos con lo que no hacemos. Cuando no hacemos las cinco cosas que puedes leer en el margen, podemos convertirnos en una carnada para gi­gantes. Pero cuando las ponemos en práctica, es mucho menos posible que enfrentemos problemas inesperados y devastadores que pueden matarnos tanto física como emocionalmente.

Los resultados de un descuido o una actitud negligente van más allá de las consecuencias directas que pueden su­frirse, y llegan a las reacciones emocionales. En el caso de las luces de navidad, mi reacción emocional fue sentirme estúpido. También puede haber una carga de culpa o du­das sobre uno mismo.

Cuando actuamos negligentemente y las consecuencias son problemáticas, casi siempre pensamos mal de nosotros mismos. No sólo hemos permitido que un gigante surja donde no había ninguno, sino que nos preparamos para tener una mentalidad de langosta. Nos castigamos a noso­tros mismos tanto como lo hacen los gigantes.

Si te conviertes en víctima de tus descuidos o negligen­cia:

  • Discúlpate con la persona que hayas lastimado, inclu­yéndote a ti mismo.
  • Enmienda todo lo que sea posible.
  • Cambia tus hábitos.

Con el Tiempo, el Descuido se Convierte en Negligencia. Ser descuidado puede convertirse en hábito. General­mente, ese hábito puede explicarse, en parte, como negli­gencia. La negligencia tiene consecuencias a corto y largo plazo y es la raíz de muchos problemas. Cuando actuamos sin cuidado, armamos un patrón de comportamiento negligente que acaba por causarnos daño. Cuídate hoy.

Cui­da tus relaciones con las personas y con el Señor. Edifícate para tener una mentalidad positiva, saludable, y un deseo interior de enfrentar a los gigantes que no son creación tu­ya o fruto de tu negligencia.

Mantente firme. Alimenta tu espíritu, tu mente y tu cuer­po con lo que es sano. Desarrolla hábitos que edifiquen tu carácter y te ayuden a lograr el éxito. Así podrás disfrutar mejor los buenos momentos de tu vida y sobrevivir a las crisis.

Repasa el versículo para memorizar de esta semana y re­pítelo de memoria.

Relee el pensamiento vencedor. Agradece a Dios por el estudio de esta semana y pídele que te ayude a defender lo que Cristo defendió, durante la próxima.

Evita los gigantes creados por descuido y negligencia, y practica las actividades básicas de la fe. ¿Recuerdas cuáles son?

Una Cosa Peor: Al menos una cosa es peor que sufrir los resultados de un descuido, y es sufrir una segunda vez por el mismo acto de negligencia.

(CONTINÚA…)

Extracto del libro “Venciendo en la Tierra de los Gigantes” (Edición Para Jóvenes)

Por William Mitchell

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