SEMANA 5. ESTUDIO 5.

Ser descuidado tiene su precio. A veces este precio es muy alto. Un descuido momentá­neo, una negligencia, pueden crear gigantes. ¿Qué nos hace ser descuidados o negligentes? Existen al menos cinco causas.

Causa Nº 1: Impaciencia.

Algunas veces somos descuidados a causa de la impacien­cia. Buscamos la forma más rápida y más fácil de hacer las cosas. Cierta vez, mi esposa Carolyn me pidió que quitara las luces de navidad que habíamos colocado para decorar la casa. Yo siempre dejaba para otro momento esa tarea, hasta que la temperatura bajó hasta casi bajo cero. Puedes imaginarte que no me agradaba en lo más mínimo la idea de estar ahí afuera, subido a una escalera, para quitar esas luces. Hacía frío de verdad. Tomé el destornillador y lo co­loqué debajo de una grapa que sostenía parte del cable de las luces y tiré del cable. Varias grapas saltaron, y pensé: «Vaya, qué bien. Sólo tengo que tirar del cable. No tengo necesidad de quitar cada grapa una por una. Me ahorraré mucho tiempo».

Así que tiré fuertemente del cable, y antes que me diera cuenta, doce metros de cable con luces de navidad habían caído sobre el piso. Todas las bombillas estaban destrozadas. Tan rápida y silenciosamente como pude, comencé a limpiar todo antes que Carolyn se diera cuenta de lo que había sucedido. Lamentablemente, mi dulce y atenta espo­sa salió en ese preciso momento a traerme una taza de chocolate caliente. ¡Qué oportuna fue! Por tratar de aho­rrar unos minutos, yo no sólo había armado un desastre, a consecuencia del cual tendría que comprar luces nuevas para el próximo año, sino que, además, me sentía real­mente estúpido.

El incidente que relato es algo sin importancia, pero ilus­tra un concepto muy común en nuestro mundo: muchas veces, por estar apresurados, nos creamos problemas. La persona que entra y sale del tránsito intentando ganarle al semáforo o ahorrar unos minutos, muy probablemente causará un accidente. Quien copia de otro los resultados de un examen para lograr una buena calificación no aprenderá las cosas más importantes y reprobará la mate­ria. Toma tu tiempo. Sé diligente. No intentes apiñar de­masiadas tareas en tu agenda. Así tendrás que enfrentar menos gigantes debido a tu negligencia.

Causa Nº 2: Codicia.

Algunas veces la codicia nos hace descuidados o negligen­tes. Hace unos años, el saltar de una plataforma elevada con una cuerda elástica se convirtió en un pasatiempo muy difundido, así que en nuestra ciudad veraniega había va­rios lugares donde se podía practicar esta actividad. En uno de ellos, el elevador no estaba funcionando bien. En lugar de cerrar las instalaciones hasta que se pudiera arre­glar todo como correspondía (lo que hubiera significado algunas pérdidas de dinero), alguien decidió pasar un ca­ble de otro juego para dar electricidad al elevador.

Un día fatal, el cable sustituto se rompió cuando el eleva­dor estaba cerca de llegar a la plataforma. El elevador cayó pesadamente al suelo y dos adolescentes murieron. Por no perder unos dólares, esa negligencia fatal provocó una gi­gantesca pérdida.

Causa Nº 3: Distracciones.

Hace muchos años, un vuelo de Northwest Airline sufrió un accidente al despegar. Cientos de personas perdieron sus vidas. La investigación reveló que la tripulación no ha­bía bajado los flaps. Nadie sabe qué puede haber causado la breve distracción que hizo olvidar a la tripulación de ese paso en el proceso de la secuencia de despegue. Pero mu­chas veces, una simple distracción produce un descuido. Y la consecuencia es un problema gigante.

Mantente concentrado. Mantente alerta. No te permitas distraerte o desorientarte. Si no prestas atención, pue­des exponerte al ataque de un gigante.

(CONTINÚA…)

Extracto del libro “Venciendo en la Tierra de los Gigantes” (Edición Para Jóvenes)

Por William Mitchell

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