SEMANA 1. ESTUDIO 3.

La mentalidad de langosta hace que nos concentremos en nuestras debilidades. Nos convence, falsamente, de que nuestro valor para los demás y para Dios está basado en nuestros logros y la aceptación de los otros. La mentalidad de langosta nos convierte en víctimas. El método que Dios usa para medir la utilidad es contrario al que utiliza el mundo. El mundo dice: “lo bue­no es tener poder; fuerza es igual a éxito; la aceptación de los demás es la medida de tu importancia”. Pero Dios bus­ca personas que sepan que sus límites son herramientas que él puede usar para que logren el éxito. Al concentrar­nos en Dios, podemos lograr la victoria sobre la mentali­dad de langosta.

Pasa tiempo con Dios, como lo hacía Moisés. Pídele que te muestre qué clase de mentiras has creído sobre ti mismo y sobre el poder del Señor para lograr su propósito por medio de ti. Renueva tu compromiso de vivir como él te ve, en lugar de como tú tiendes a verte y cómo crees que los demás te ven. Pide a Dios que te ayude a reconocer la mentalidad de langosta cuando esta te ataque.

Las veces que te sentiste inferior, ¿qué hizo que te sintieras así?

No tenemos por qué estar luchando y sintiéndonos inti­midados por personas o situaciones. Es posible vivir como dice Filipenses 4:13: “Todo lo puedo en Cristo que me for­talece”. Parte de la solución es reconocer el problema, decidir enfrentarlo, y comprender que lo que aprendimos en nuestra niñez quizá no sea correcto.

Además de enfrentar lo que quizá hemos aprendido equivocadamente en nuestra infancia, debemos actuar pa­ra reemplazar diariamente nuestras actitudes de inferiori­dad, inseguridad, e incapacidad, por ideas y comporta­mientos positivos. Nadie tiene por qué ser atormentado o limitado por la intimidación durante toda su vida. Debemos revertir esa tendencia en nuestras vidas y en la cultura en general. ¡Ha llegado el momento de convertirnos en vencedores de gi­gantes, no víctimas de la mentalidad de langosta!

1. Goliat Tenía Una Reputación…

Cuando pensamos en vencedores de gigantes, casi todos recordamos inmediatamente a David y Goliat. Goliat era, físicamente, un verdadero gigante. Según las estimaciones más acertadas, medía aproximadamente 2,70 m. Usaba un peto de armadura que pesaba 100 kilos, sin contar los bronces que cubrían sus piernas. ¡Solamente la punta de la lanza que llevaba en su mano pesaba 12,5 ki­los! Goliat también tenía reputación de gigante. Era conside­rado un “campeón” de los filisteos. No sabemos qué hizo para ganarse esa reputación, pero suponemos cómo lo tra­taría la gente por la forma en que tratamos a los “campeo­nes” en la actualidad.

Los filisteos enviaron a Goliat al valle que estaba ubicado entre el ejército filisteo y los ejércitos del rey Saúl. En esa llanura, Goliat marchó, para atrás y para adelante, durante cuarenta días, saliendo a provocar a Israel cada mañana y cada noche (1 Samuel 17:8-10). Goliat también tenía repu­tación de gigante en las mentes y los corazones de Saúl y sus soldados.

Lee 1 Samuel 17:11. Describe la reacción de los is­raelitas frente al gigante Goliat.

(CONTINÚA…)

Extracto del libro “Venciendo en la Tierra de los Gigantes” (Edición Para Jóvenes)

Por William Mitchell

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