Continuemos.

4. Vitaminas Verbales: ¡Palabras que Edifican!

Tenemos que reconocer que así como los ataques verbales pueden derrotarnos, destruirnos y crear en nosotros una mentalidad de langosta, las vitaminas verbales pueden ser muy positivas. Las vitaminas verbales son una gran ayuda para desarrollar una mentalidad de vencedor de gigantes:

  • «¡Eres genial!»
  • «Gracias por ser mi amigo.»
  • «Felicitaciones… «
  • «Te aprecio mucho.»
  • «¡Gracias!»
  • «Estoy orgulloso de ti.»
  • «¡Buen trabajo!»
  • «Tu ayuda fue muy importante.»
  • «¡Bien hecho!»
  • «Hiciste un trabajo estupendo.»

Cuando compartimos estas palabras con otros, estamos edificándolos en su interior y ayudando a crear algo positi­vo en sus vidas. También tenemos que decirnos cosas como estas a noso­tros mismos:

  • «Hice todo lo mejor posible».
  • «Confío en Dios».
  • «Soy una persona valiosa».
  • «Soy alguien».

Lee Mateo 3:17 y 17:5. ¿Qué le dijo Dios a Jesús? ¿Cómo crees que se sintió Jesús cuando escuchó lo que Dios decía de él? ¿Qué dice esto so­bre el valor que él tenía?

Lee la siguiente historia de Juan y Sarita: «Hace mucho tiempo, en una cultura primitiva, la ley requería que antes de poder casarse, el novio debía entregar un pago al padre de la novia. Los padres del pueblo exigían que el pago por sus hijas se hiciera, generalmente, en vacas. El costo de una esposa muy buena era tres vacas, y si la joven era inusualmente bella, su precio podía llegar a cuatro o cinco vacas. Juan, el muchacho más inteligente, fuerte y bien parecido del pueblo, amaba a Sarita. Sarita era, según las descripciones más generosas, bastante… común. No era verdaderamente fea, pero tampoco resultaba atractiva. Era tímida. También era mayor que las otras jóvenes solteras del pueblo. A la gente del pueblo le encantaba cuchichear sobre el precio de las jóvenes casaderas. Algunos decían que quizá Juan ofrecería dos o tres vacas. Otros decían que el padre de Sarita aceptaría aunque fuera sólo una, porque ningún otro muchacho estaba interesado en su hija. Juan fue a reunirse con el padre de Sarita y le ofreció ocho vacas por ella. Todos se quedaron atónitos. Era el precio más alto que alguien hubiera pagado por una novia en ese pueblo.

Poco después, Juan llevó las ocho vacas a su futuro suegro. El casamiento se celebró esa misma noche. Pasó el tiempo, y Sarita cambió. Sus ojos brillaban, y se movía y hablaba con sorprendente gracia y delicadeza. Las personas que llegaban al pueblo sin haber visto a Sarita antes, decían que ella era la mujer más hermosa de toda la región. Mucho después, alguien le preguntó a Juan porqué había pagado un precio tan alto por su esposa. ¿Por qué ofrecer ocho vacas cuando podría haber tenido a su esposa por una o dos? ¿Ofreció tanto para hacerla feliz? “Sí, yo deseaba que ella fuera feliz, pero quería algo más también. Lo más importante, lo que cambia a una mujer, es la manera en que ella piensa sobre sí misma. Sarita creía que no valía nada. Ahora sabe que vale mucho más que cualquier otra mujer en este pueblo”. Juan concluyó: “Yo amaba a Sarita y a nadie más que a ella. Y deseaba que se casara conmigo. Pero también quería tener una esposa que valiera ocho vacas”.

¿Cuál es la moraleja de esta historia, para ti? ¿Qué te hace ver sobre el valor de las personas? Explícalo a continuación.

La historia de Juan y Sarita deja en claro que cuando apreciamos a quienes nos rodean, aumentamos su valor. Cuando apreciamos a quienes nos rodean, ellos se valoran más. Cuando apreciamos a quienes nos rodean, nuestra ac­titud hacia ellos cambia.

Relee el versículo para memorizar de esta semana: 1º Juan 1:9. Escríbelo para comenzar a aprenderlo.

(CONTINÚA…)

Extracto del libro “Venciendo en la Tierra de los Gigantes” (Edición Para Jóvenes)

Por William Mitchell

Lee El Segundo Estudio de la Tercera Semana.

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